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RESEÑA BIOGRÁFICA

DEL

V. P. ALONSO RODRIGUEZ,

DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS.

Nació el venerable P. Alonso Rodriguez en Valladolid en el año 1526, época en que el gran Ignacio de Loyola acababa de salir de Barcelona donde habia estudiado humanidades para emprender en Alcalá el estudio de la filosofía. Hijo de una modesta pero honrada familia, no gastó los primeros años de su vida en las frivolidades propias de la niñez ni en los pasatiempos de la juventud, sino que aplicado constantemente al estudio y á la práctica de las virtudes cristianas, que algunos años despues habia de inculcar con tanto acierto, se hizo acreedor al aprecio de sus profesores y condiscípulos, habiendo sabido captarse con la afabilidad de su trato y con su genio amable y simpático los afectos de cuantos tuvieron el gusto de conocerle y tratarle.

Dejábase entrever ya que Dios no habia destinado para el mundo á un genio tan elevado y á un corazon de sentimientos tan puros y sublimes; y hé aquí por qué Alonso, cuando no contaba todavía veinte años, despues de haber sido ya graduado en la facultad de filosofía, ingresó en la Compañía de Jesús, que empezaba ya á hacerse célebre por sus frutos y por las eminencias que iban alistándose á sus banderas para contribuir á la obra de regeneracion católica emprendida por san Ignacio. El P. Rodriguez fue otro de los doscientos alumnos de la floreciente universidad de Salamanca, que movidos por el prodigioso efecto de los sermones del P. Juan Ramirez, llamado el Apóstol de España, abandonaron el mundo para entregarse á la contemplacion y defensa de las verdades eternas à la sombra de los claustros.

Pocos años despues de haber entrado en la Religion, la Compañía, que no pudo menos de reconocer en él mucha virtud y mucha prudencia, confióle la educacion de los novicios del colegio de Salamanca, cargo

que desempeñó durante los años de 1564 y 65. Para dar una ligera idea del sumo éxito con que ejerció este empleo, baste decir que el justamente celebrado P. Suarez, cuyo nombre llenó despues al mundo con la fama que le granjearon sus admirables obras de teología escolástica, no dudaba en afirmar con orgullo que la teología mística la habia aprendido en la escuela del P. Rodriguez.

Pero el celo y erudicion del jóven Jesuita necesitaban un campo mas dilatado, y se le destinó á Monterey, nombrándosele rector de aquella casa. Allí leyó teología moral por espacio de doce años con tanto aplauso y concurso, que sus lecciones eran copiadas y reproducidas por todas partes, valiéndose de ellas el P. Tomás Sanchez para escribir sus Consejos. Tampoco se limitaba á esto; el púlpito y el confesonario llamaban muy particularmente su atencion, y empleaba su actividad en continuas misiones que hacia en Monterey y en los lugares de la co

marca.

La reputacion que iba adquiriéndose con el desempeño de su cátedra y con sus trabajos apostólicos, fue causa de que se le mandase á Valladolid para resolver casos de moral en la casa profesa, espinoso cargo que ejerció con tanta prudencia y tacto, que sus resoluciones eran escuchadas con veneracion y seguidas con escrupulosa puntualidad.

Interrumpió sus tareas con su viaje á Roma, donde tuvo tambien ocasion de dar á conocer sus virtudes. El Padre general Claudio Aquaviva creyó que el saludable influjo que ejercia con su ilustracion y su fervor debia extenderse á otros lugares, y á este efecto le ordenó que no volviese á la provincia de Castilla, sino que se dirigiese á la de Andalucía, órden que recibió y ejecutó cuando contaba ya cerca de sesenta años, sin que la debilidad y los achaques consiguientes á la vejez le impidieran trabajar por espacio de treinta años mas con una actividad admirable. Este tiempo lo pasó en el colegio de Montilla, en el de Córdoba, y en la casa profesa de Sevilla.

Durante la época que residió en Montilla fue rector del colegio y maestro de novicios; magisterio que regentó con tal felicidad, que tuvo la dicha de producir hombres diestros en la ciencia del espíritu, y que florecieron en Europa y en ambas Indias por su saber y por sus virtudes, habiendo muerto varios de ellos en opinion de Santos.

Vivia en Córdoba como á padre espiritual de la casa, entregado completamente á la meditacion y al retiro, cuando se dispuso que marchase

à Roma para asistir à la Congregacion general, donde los hombres mas ilustres y mas santos de la Compañía tuvieron ocasion de apreciar su saber y su prudencia; de modo que el Padre General le creyó el mas apto para recorrer todos los colegios de la provincia de Andalucía con el título de inspector de la observancia de las reglas, comision que al mismo tiempo ejercia en Castilla el V. P. Luis de La Puente, hijo tambien de Valladolid, y que por su fervor y por el espíritu de sus escritos tiene tantos puntos de contacto con nuestro Alonso. Inútil es decir que en esta visita edificó con sus palabras y con su ejemplo á los Padres de todos los colegios que le consideraban como á su modelo.

Empleó constantemente el tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones en la oracion y en estudiar el método mas conveniente para la salvacion de las almas. Á este objeto escribió sus Pláticas que justamente se merecieron el dictado de admirables, y compuso su Ejercicio de perfeccion, de cuyo mérito es excusado hablar, pues basta para hacer su elogio el aprecio que de él han hecho los hombres mas experimentados en la ciencia del espíritu, obra de que se han servido despues tantas almas fervorosas, las que han encontrado en ella uno de los libros mas indispensables para adelantar en el camino de la perfeccion cristiana.

Retraido completamente de todo, solo salia de su celda para celebrar el sacrificio de la misa, administrar la santa Comunion á los novicios, asistir al refectorio, y dedicarse á trabajos que el mundo llama inútiles y groseros, pero que la humildad cristiana considera muy de otra manera. No salia del colegio mas que una vez al año para pasar á visitar á los Marqueses de Priego; y aun esto lo hacia no porque las riquezas y el fausto le mereciesen alguna consideracion, sino para cumplir con una especie de deber de reconocimiento que se les debia como á patronos de la casa. Sin salir de su aposento dirigia el noviciado y el colegio; y para ello tenia reunidos durante media hora á los novicios, en cuyo tiempo les comunicaba las correspondientes instrucciones, les animaba en sus luchas espirituales, resolvia sus dudas, y desvanecia sus escrúpulos durante otra media hora reunia al ministro y al procurador, les pedia cuenta del estado espiritual y temporal de la casa, y despues de haberles dado las correspondientes instrucciones, volvia à encerrarse en su cuarto para no hablar con nadie mas que con Dios. Así pasó mas de doce años, empleando cuatro horas diarias en oracion que hacia siempre de rodillas y con las manos levantadas; y celebraba la santa misa

de tal modo, que los que la oian creian ver en el altar no á un hombre, sino mas bien à un Ángel absorto en la contemplacion de la Divinidad. Siempre le molestaron las conversaciones vanas, siempre tuvo odio á las conversaciones inútiles que no sirven mas que para distraer y disipar el espíritu. Recibia todos los dias el sacramento de la Penitencia antes de decir misa, y tenia aun siendo jóven un gusto especial en consolar y dirigir las almas en el confesonario.

Poco cuidado tendria del cuerpo el que traia el alma toda ocupada en cuidar de sí sola, y estudiaba constantemente el mejor medio de ejercitar la mortificacion, tratándose á sí mismo con notable rigor; y á no haber sido su mucha prudencia, con sus frecuentes disciplinas y continuos cilicios hubiera sin duda acelerado notablemente su muerte, privando á muchos antes de tiempo de su sábio ejemplo y de sus santos consejos. Estaba con razon persuadido de que los sentidos se los habia dado el Autor de la naturaleza, no para complacerlos en algo, sino para servirse de ellos en lo mas preciso é indispensable. Á la vista y al oido habia impuesto leyes tan estrechas que ni los ojos habian de ver, ni los oidos escuchar sino aquello cuya noticia podia hacerle falta para el gobierno de sus acciones; y así era tal su modestia, que el que sin ninguna noticia de él le hubiese visto entre novicios, habríale confundido con ellos, solo con la diferencia de pensar que era uno de los que desengañados harto tarde del mundo entran ya ancianos en la Religion, y que en la carrera de la vida religiosa con lo muy ligero, que son en correr, suplen lo muy pesado que fueron en el empezar. Noticias, aun las de mayor interés, en que fue fertilísimo su siglo, las despreciaba como á cosas muy secundarias, y ya que algunas veces no podia dejar de oirlas, excusaba siempre el escucharlas; de suerte, que jamás lograron oirle referir las que sabia, ni tampoco preguntar las que ignoraba. Mucho pudiera decirse en prueba de su rara humildad, aunque de lo dicho se podrá ya inferir cuánto huia Rodriguez del vano aplauso y de las ovaciones del mundo. Á esto se dirigia aquel extremado retiro, aquella admirable abstraccion de las criaturas, aquel negarse á todo comercio humano, y aquel vivir sepultado entre las paredes de una celda. Otro efecto de su humildad fue el silencio en que sepultó los muchos y extraordinarios favores que sin duda recibiria del cielo un alma tan pura tan familiar con Dios.

y

Hay en la vida de los hombres virtuosos hechos insignes que el mun

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