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ticulares que os he mandado*. ¿Quién no ve que estas palabras son propias no de un rey, sino de un sumo sacerdote y quién no ve, que estas cosas son las que únicamente pertenecen al sumo sacerdote? No por esto decimos que Jesucristo no tenga aora plena potestad, para hacer y deshacer, segun su voluntad; mas como esta voluntad es santa y bien ordenada, no se mete por aora en otras cosas, sino en las que son propias de un sumo sacerdote. Esta plena potestad de hacer y deshacer, la tuvo aun cuando vivia en carne mortal, y, no obstante, en toda su vida santísima no hizo otra cosa que enseñar con obras y palabras. Tan lejos estuvo de usar de la potestad de rey, que á uno que le dijo: dí á mi hermano, que parta conmigo la herencia: le respondío con estrañeza: Hombre, ¿quién me ha puesto por juez, ó repartidor entre vosotros ‡?

56. Es verdad, vuelvo á decir, que despues de su resurreccion se fué este Hijo del Hombre al cielo, ó, á una tierra distante para recibir allí un reino, y despues volverse §. Es verdad que entonces se sentó con suma gloria y honor á la diestra del Padre (no cierto en trono aparte, sino en el mismo trono del Padre, como él mismo lo dice en el capítulo iii, v. 21, del Apocalipsis: y me he sentado con mi Padre en su trono ||. Es verdad que en el cielo, á la diestra del Padre, está honrado y glorificado de Dios, y de todos los ángeles y santos. Está ciertamente constituido rey, y heredero universal de todas las cosas criadas; pues por él, y para él se hicieron todas: al cual (el mismo Padre) constituyó heredero de todo, por quien hizo tam

Euntes ergo docete omnes gentes, baptizantes eos in nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti : Docentes eos servare omnia quæcumque mandavi vobis. Mat. xxviii, 19, 20.

↑ Dic fratri meo, ut dividat mecum hæreditatem.-Luc. xii, 13. Homo, quis me constituit judicem, aut divisorem super vos? - Id .14.

[Sive in regionem longinquam, accipere sibi regnum et reverti. -Luc. xix, 12.

Et sedi cum Patre meo in throno ejus. — Apoc. iii, 21.

bien los siglos... por quien son todas las cosas, y para quien son todas las cosas *. Mas tambien es igualmente verdad, que esta herencia, esta potestad actual, este reino, este honor tan propio y tan debido al Hombre Dios, hasta aora no lo ha recibido; porque hasta aora no se le ha dado: Mas aora (decia S. Pablo, y nosotros lo decimos aora con la misma verdad): Mas aora aun no vemos todas las cosas sometidas á él†. Si todavia no se ven sujetas á él todas las cosas; luego todavia no ha recibido en acto segundo la potestad, el honor y el reino, pues la sujecion y obediencia de todas las cosas á él, debe ser una consecuencia necesaria é inmediata de su potestad, honor y reino: En esto mismo de haber sometido á él todas las cosas, ninguna dejó que no fuese sometida á él. Y si nó, ¿qué potestad, honor y reino, se le podrá dar en aquel tiempo de que habla Daniel? Así, aunque actualmente se halla ya el Hijo del Hombre, Cristo Jesus, en estado de gloria y de impasibilidad, no por eso deja de estar al mismo tiempo en una real y verdadera espectacion, hasta que llegue el tiempo en que se le dé efectivamente toda la potestad, honor y reino, de que ya está constituido heredero irrevocablemente; poniendo sobre sus hombros todo el principado, y todas las cosas bajo sus pies: está sentado... á la diestra de Dios, dice el Apostol mismo, esperando lo que resta, hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies‡.

57. Para acabar de comprender con mayor claridad lo que acabamos de decir sobre este Hijo del Hombre, presentado delante del trono de Dios, abrámos otra ventana, y mirémos este mismo misterio con otra nueva luz. Léamos, digo, con alguna mayor atencion el capítulo iv y v del Apocalipsis, en los cuales se repite manifiestamente, se esplica,

* Quem constituit hæredem universorum, per quem fecit et sæcula...propter quem omnia, et per quem omnia: — Ad Heb. i, 2; et ii, 10.

↑ Nunc autem necdum videmus omnia subjecta ei. — Id. ii, 8.

Sedet in dextera Dei, de cetero expectans, donec ponantur ini- mici ejus scabellum pedum ejus. — Id. x, 12, 13.

y se aclara todo el testo de Daniel. Combinadas estas dos Escrituras, no parece sino que ambos Profetas se hallaron presentes en espíritu á este mismo Consejo (el uno 500 años antes que el otro), y fueron testigos oculares de lo que allí se hacia, ó se habia de hacer á su tiempo; aunque á este último, como á discípulo tan amado, se le manifestaron en la misma vision algunas cosas mas particulares.

APOCALIPSIS, CAPITULO IV.

58. Despues de esto miré : y ví una puerta abierta en el cielo, y la primera voz que oí, éra como de trompeta, que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y te mostraré las cosas que es necesario sean hechas despues de estas. Y luego fuí en espíritu: y he aquí un trono, que estaba puesto en el cielo, y sobre el trono estaba uno sentado... Y al rededor del trono veinte y cuatro sillas, y sobre las sillas veinte y cuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y en sus cabezas coronas de oro, &c.*

59. Lo que resta de esta profecía, que son cuando menos dos capítulos enteros, se puede ver y considerar en su misma fuente, pues yo no puedo detenerme tanto en un solo punto, cuando me llaman al mismo tiempo otros muchos de igual ó mayor importancia. Para mi intento particular me basta hacer aquí una breve reflexion, comparando una profecía con otra, para que se vea, que el misterio de que hablan, es el mismo en sustancia, esplicado solamente con diversas palabras, y añadidas en la segunda profecía algunas circunstancias mas, que no se hallan en la primera, como es frecuentísimo en todas las alusiones del Apocalipsis.

* Post hæc vidi: et ecce ostium apertum in cœlo, et vox prima, quam audivi, tamquam tubæ loquentis mecum, dicens: Ascende huc, et ostendam tibi quæ oportet fieri post hæc. Et statim fui in spiritu et ecce sedes posita erat in cœlo, et supra sedem sedens... Et in circuitu sedis sedilia vigintiquatuor. et super thronos vigintiquatuor seniores sedentes, circumamicti vestimentis albis, et in capitibus eorum coronæ aureæ, &c. - Apoc. iv, 1, 2, 4.

60. Primeramente: el tiempo de que hablan, parece evidentemente el mismo. Daniel vió formarse este gran Consejo en los tiempos de su cuarta bestia, que como dijimos en su lugar, y ninguno duda ni es posible dudar, son ya tiempos muy inmediatos á la venida del Señor (y esto, sea esta bestia lo que quisieren que sea), pues los doctores mismos confiesan, que este será algun Consejo ó juicio oculto, que hará Dios con sus ángeles y santos, para condenar al Anticristo, y mirar por el honor de Cristo y bien de su Iglesia: la cual esplicacion, aunque, respecto del misterio, es oscurísima; mas respecto del tiempo es bastante clara. Esto nos basta por aora. S. Juan nos representa este mismo Consejo y juicio conocidamente en los mismos tiempos. Lo primero: por las razones generales que quedan apuntadas en otras partes, principalmente en el fenómeno iii, párrafo v, donde se dijo y tambien se probó, que el Apocalipsis, especialmente desde el capítulo iv, es una profecía seguida, cuyo asunto principal es la segunda venida del Mesías; comprendidas todas las cosas mas notables que la han de preceder, acompañar y seguir; lo cual no dejan de confesar, ó espresa ó tácitamente, en todo ó en parte, casi todos los espositores. Lo segundo: porque á lo menos parece cierto, que este Consejo y juicio tan solemne de que aquí se habla, no se ha formado hasta el dia de hoy, pues hasta aora no se ha visto resulta alguna de tantas y tan grandes cosas que anuncia la misma profecía, como consecuencias inmediatas de aquel mismo Consejo. Lo tercero: porque el contesto mismo nos da á conocer los tiempos, como luego verémos.

61. Daniel dice, que en los tiempos de sus cuatro bestias vió que se ponian muchos tronos, y se sentaba en ellos el juicio primeramente Dios mismo, á quien llama el Anciano de Dias, y despues en otros tronos inferiores otros conjueces: Estaba mirando hasta tanto, que fueron puestas sillas, y sentóse el Anciano de Dias. S. Juan dice lo mismo con diversas palabras. En lugar de, el Anciano de Dias, dice: sobre el trono estaba uno sentado y por

lo que mira á los otros conjueces, señala su número preciso: y sobre las sillas veinte y cuatro ancianos sentados. Daniel vió millares de millares de ángeles al rededor del trono de Dios: millares de millares le servian, y diez mil veces cien mil estaban delante de él*. S. Juan no solo vió todos estos millares de millares de ángeles al rededor del trono, sino tambien oyó sus voces: Y ví, y oí voz de muchos angeles... y era el número de ellos millares de millarest.

62. Por abreviar: Daniel nos representa una persona singular y admirable, como Hijo de Hombre la cual, entrando en aquel grande y supremo Consejo, se presenta delante del trono de Dios mismo, que allí preside, y recibe de él inmediatamente la potestad, el honor y el reino: Y llegó hasta el Anciano de Dias: y presentáronle delante de él, y dióle la potestad, y la honra, y el reino: y todos los pueblos, tribus, y lenguas le servirán á él. S. Juan nos representa esta misma persona singular y admirable, bajo otra semejanza, y con otras circunstancias mas particulares, y todavia mas admirables; esto es, bajo la semejanza de un inocentísimo Cordero que se presenta, y está en pie delante del trono de Dios: así como muertot: como alegando el mérito infinito de su obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz§: por lo cual recibe de mano del mismo Dios cierto libro cerrado y sellado con siete sellos que ninguno es digno de abrir ni puede abrir sino él solo. Lo abre allí mismo á vista de aquella numerosa y respetable asamblea, que espera con vivas ansias aquel momento feliz, el cual llegado, se sigue luego inmediatamente en todo el universo una tan gran admiracion, una alegría, un júbilo, una exultacion tan sagrada y tan universal, que no solo los

Millia millium ministrabant ei, et decies millies centena millia assistebant ei.- Dan. vii, 10.

+ Et vidi, et audivi vocem angelorum multorum... et erat numerus eorum millia millium.-Apoc. v, 11.

Tamquam occisum.-Id. ib. 6.

§ Usque ad mortem, mortem autem crucis.-Ad Philip, ii, 8.

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