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aquel dia: Estenderá el Señor su mano segunda vez para poseer el resto de su pueblo, que quedará de los Asirios,

y

de Egipto de las islas del mar.

...

y

Y alzará bandera á las naciones, y congregará los fugitivos de Israél, y recojerá los dispersos de Judá de las cuatro plagas de la tierra... Y habrá camino para el resto de mi pueblo, que escapáre de los Asirios (esto es, al residuo de las diez tribus): así como lo hubo para Israél en aquel dia, que salió de tierra de Egipto*. Entónces sacará Dios á su antigua esposa de todas las tierras y naciones donde él mismo la tiene dispersa, desterrada, cautiva y llena de todo - aquel oprobrio y confusion, que ella misma se ha merecido. Entonces la sacará con los mismos ó mayores prodigios con que la sacó de Egipto; pues así le está anunciado y prometido en casi todos los Profetas: segun los dias de tu salida de la tierra de Egipto, le haré ver maravillas (ó como leen los LXX: ved las maravillas). Lo verán las gentes (prosigue), y serán confundidas con todo su podert. Y por Jeremías se les dice á estas santas reliquias: no dirán ya mas: Vive el Señor, que sacó á los hijos de Israel de la tierra de Egipto: Sino: Vive el Señor, que sacó, y trajo el linage de la casa de Israel de tierra del Norte, y de todas las tierras, á las cuales los habia yo echado allá; y habitarán en su tierra‡.

78. De la huida de esta muger al desierto, y de sus ocupaciones en aquella dulce soledad, hablamos de proposíto

Et erit in die illa: Adjiciet Dominus secundò manum suam ad possidendum residuum populi sui, quod relinquetur ab Assyriis, et ab Ægypto... et ab insulis maris. Et levabit signum in nationes, et congregabit profugos Israël, et dispersos Juda colliget à quatuor plagis terræ... Et erit via residuo populo meo, qui relinquetur ab Assyriis: sicut fuit Israëli in die illa quâ ascendit de Terra Ægypti. Isai. xi, 11, 12, 16.

+ Secundùm dies egressionis tuæ de terra Ægypti ostendam ei mirabilia [videte mirabilia]. Videbunt gentes, et confundentur

super omni fortitudine sua. - Mich. vii, 15, 16.

Non dicent ultrà: Vivit Dominus, qui eduxit filios Israël de terra Ægypti: Sed: Vivit Dominus, qui eduxit et adduxit semen

en el capitulo viii: y como no es preciso seguir el órden mismo de la profecía, S. Juan toca aquí este misterio solo en general, y al punto lo deja, ó lo reserva para mejor lugar, substituyendo otro misterio no menos grande, que debe suceder en el mismo tiempo; sin cuya noticia no se puede entender bien el misterio de la huida de la muger, y de su habitacion en la soledad. Sigámos, pues, el órden del testo sagrado, que sin duda alguna es el mas conveniente y el mejor.

ARTICULO V.

CAPITULO XII, VERSICULOS 7, 8 y 9.

Y hubo una grande batalla en el cielo: Miguel y sus angeles lidiaban con el dragon, y lidiaba el dragon y sus angeles: Y no prevalecieron estos, y nunca mas fué hallado su lugar en el cielo. Y fué lanzado fuera aquel grande dragon, aquella antigua serpiente, que se llama diablo y Satanás, que engaña á todo el mundo: y fué arrojado en tierra, y sus angeles fueron lanzados con él*.

79. Esta batalla célebre entre S. Miguel y sus ángeles, y el dragon y los suyos, parece clarísimo por todo el testo sagrado, y por todo su contesto, que debe suceder despues del parto no menos célebre de la muger vestida del sol, y despues que el hijo másculo, que habia de regir todas las gentes con vara de hierro, haya volado á Dios,

domûs Israël de terra Aquilonis, et de cunctis terris, ad quas ejeceram eos illuc : et habitabunt in terra sua. Jerem. xxiii, 7, 8.

* Et factum est prælium magnum in cœlo: Michaël, et angeli ejus præliabantur cum dracone, et draco pugnabat, et angeli ejus : et non valuerunt, neque locus inventus est eorum ampliùs in cœlo. Et projectus est draco ille magnus, serpens antiquus, qui vocatur diabolus, et Satanas, qui seducit universum orbem et projectus est in terram, et angeli ejus cum illo missi sunt. Apoc. xii, 7, 8, et 9.

y presentadose delante de su trono. Asímismo parece clarísimo por todo el contesto, que la batalla debe darse únicamente por causa de la muger, y en consecuencia de su parto, el que el dragon no pudo impedir, ni pudo devorar. En este supuesto no arbitrario, sino cierto, claro y perceptible á todos, no tenémos necesidad alguna, antes nos puede ser de sumo perjuicio, divertirnos á otras cosas, ó falsas, ó á lo menos inciertas, dejando entre tanto sin esplicacion, y aun sin atencion, un suceso ó un misterio tan grande, como debe ser esta batalla. Los intérpretes del Apocalipsis (hablo de los literales, que de los otros no hay para que hablar) recurren aquí para decir algo, y llenar con esto algunos vacíos, á aquel caos oscurísimo é impenetrable del pecado y castigo de los ángeles malos, imaginando y dando luego por cierta la imaginacion, que cuando el gran príncipe Satanás, abusando de su libertad y de los dones del Criador, se rebeló en el cielo contra Dios, trayendo á su partido (como dicen) la tercera parte de los ángeles, se le opuso lleno de verdadero celo otro príncipe no menos grande, que la Escritura llama Miguel, á quien se agregaron las otras dos terceras partes de los espíritus angélicos. Con esto, encendidos los unos con un verdadero celo de la honra de Dios, y los otros en íra y furor, trabaron entre sí una gran disputa, que pasó naturalmente á una verdadera batalla, en la que Miguel y sus fieles compañeros vencieron á Satanás y á sus rebeldes, y los arrojaron del cielo á la tierra; esto es, al infierno.

80. Si preguntamos aora por curiosidad, ¿ de qué fuentes, de que archivos públicos ó secretos se han sacado una noticia como esta? parece mas que probable que con esta sola pregunta deban quedar, aun los mas eruditos, en un verdadero y no pequeño embarazo. Este suceso que suponen por cierto (podémos decirles) precedió ciertamente á la creacion del hombre, ó mucho ó poco, segun varios modos de pensar; pues de la Escritura divina nada consta. Por otra parte, es igualmente cierto que lo que ha pasado, ó puede pasar entre los entes puramente espirituales, no es

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del resorte del hombre, aun cuando fuese de una ciencia perfecta*: son éstas cosas muy superiores á su limitada inteligencia. Es verdad que pueden llegar á su noticia, mas no por otro conducto que el de la Revelacion divina, cierta y segura. De aquí se sigue legítimamente, que si el suceso de que hablamos no nos lo ha revelado Dios en sus Escrituras, podrémos no solamente no creerlo, sino reprobarlo como apócrifo? A esta pregunta ó consulta no hay duda que responden; mas la repuesta no es otra que remitirnos, como quien está de prisa, á este mismo lugar del Apocalipsis que aora observamos. Mas este lugar del Apocalipsis, de qué tiempos habla, de pasados ó de futuros? ¿Es una historia, ó una profecía? Es profecía, dicen, que anuncia innegablemente para otros tiempos todavía futuros una grande y terrible entre los ángeles malos y buenos. Mas esta batalla futura que se anuncia, alude à la que se dió en el cielo entre los mismos ángeles antes de la creacion del hombre. ¡O, valgame Dios! No es esto, propiamente hablando, responder por la cuestion? Para que un suceso cierto y seguro (sea presente ó futuro) aluda ó pueda aludir á otro suceso semejante ya pasado, es necesario que aquel suceso ya pasado, sea igualmente cierto y seguro, y que esto esté por otra parte bien probado, con aquella especie de prueba que pide el asunto. Esta proposicion parece un axioma, y lo es en realidad. ¿Quién no se reiria, por ejemplo, de un historiador que nos refiriese aora una gran batalla naval entre Africanos y Européos, sucedida en los tiempos anteriores á Noé! Y si preguntado de donde habia tomado una noticia tan plausible, nos remitiese á la historia romana: si nos asegurase é hiciese ver en esta historia la batalla naval entre Cartaginenses y Romanos, sucedida en la primera guerra púnica: si nos asegurase con formalidad, que esta batalla naval alude, 6 aludió á otra semejante, que sucedió en los tiempos antediluvianos sobre este solo fundamento pudieramos creer i aquella noticia? Apliquese pues la semejanza.

* Etiam cúm perfectæ fuerit scientiæ. ·

Job xxii, 2.

que al

81. No me parece conveniente disimular aquí lo gunos antores no ordinarios, ni de la clase inferior han discurrido, para confirmar, ó fundar de algun modo posible aquella noticia. Estos nos remiten al capítulo primero del Génesis, donde nos hacen observar aquellas palabras del versículo 4. Y vió Dios la luz que era buena: Y separó á la luz de las tinieblas. Y llamó á la luz dia, y á las tinieblas noche*: las cuales palabras consideradas profundamente pueden tener (dicen) fuera de su sentido literal, este otro sentido: vió Dios la fidelidad y bondad del príncipe Miguel y de todos los ángeles, que eligieron con él la mejor parte, y aprobando esta fidelidad, y canonizándola por buena, los dividió de los ángeles infieles: Y llamó á la luz dia, y á las tinieblas noche: esto es: á los primeros les dió el nombre de dia: esto es : les dió la luz y claridad de la vision beatífica. Y á los segundos los llamó noche: esto es los arrojó de sí á la noche eterna del infierno. La sustancia de lo que aquí se dice, es una verdad de la que el testo no habla, y en donde se echa menos (porque sin duda no se ha podido mas) la batalla entre los ángeles fieles, é infieles. Si proseguimos aora leyendo en esta inteligencia, este lugar del Génesis, hallamos á pocos pasos que aquellos dos luminares que crió Dios, uno para el dia, y otro para la noche, su destino á lo menos secundario seria este: que el sol sirviese á los ángeles buenos, y la luna á los malos. Y aquellas palabras del salmo cxxxv. El sol para presidir el dia... La luna y las estrellas para presidir la noche†, podrán tambien tener este sentido: que el sol tenga potestad é influya sobre los ángeles buenos, y la luna y estrellas sobre los malos, &c.

82. Hablando aora simple y sencilla ó seriamente, que parece un mismo modo de hablar, es ciertísimo que en to

* Et vidit Deus lucem quòd esset bona: Et divisit lucem à tenebris. Appellavitque lucem Diem, et tenebras Noctem. Gen. i, 4 et 5.

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+ Solem in potestatem diei... Lunam, et stellas in potestatem noctis. Ps. cxxxv, 8 et 9.

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