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la centésima parte, sin una prolija y molestísima difusion. Para suplir esta falta de algun modo razonable, que nos traiga alguna utilidad, yo solo quisiera advertir ó hacer reparar una cosa, que me parece clarísima en Isaías, sin la cual no alcanzo como pueda entenderse este Profeta de un modo seguido y natural. Lo que deseo hacer reparar es, que desde el capítulo xlix cuando menos, hasta el lxvi, que es el último, se nota clara y distintamente que todo es una conversacion ó una especie de diálogo, en que se ven hablar tres personas: esto es, Dios, el Mesías, y Sión; y todo cuanto hablan parece que es sobre un mismo asunto ó interés, sin salir de él, ni divertir la conversacion á otra cosa.

164. La primera persona que habla es Dios, y es bien fácil observar, que siempre que habla (que es pocas veces, y pocas palabras) ó habla con el Mesías, ó con Sión. La segunda es el Mesías mismo: él es el que abre la conversacion, y hace en toda ella como el papel principal. Empieza pidiendo atencion á todos los países y á todos los pueblos de la tierra: Oíd, islas, y atended, pueblos de lejos : y desembarazado brevemente de todo lo que pertenece á su primera venida al mundo; tan favorable, respecto de las gentes, como funesta para Sión, vuelve sus ojos llenos de compasion à la misma Sión, que se representa allí mismo como cubierta de luto y de tristeza, á vista de la felicidad de las gentes, y de su propia infelicidad, diciendo estas solas palabras en medio de su llanto: Me ha desamparado el Señor, y el Señor se ha olvidado de mí. Desde este punto para adelante, en los diez y ocho capítulos que se siguen, ya no se ve que hable una sola palabra con otras personas que con Sión y esto no en cualquiera estado indeterminado, sino precisamente de humillacion, de soledad y de abandono, en que quedó despues de su primera veni

da,

y en consecuencia de su incredulidad. Esto es tan claro, que casi no es menester otro estudio, que la simple lectura, con esta advertencia. Así se ve en todos estos diez y ocho capítulos, que ya consuela á la infeliz Sión, ya la reprende, ya la exorta á penitencia, ya le trae á la memoria sus antiguos delitos, ya tambien el mal reci

bimiento que le hizo cuando vino al mundo: Porque vine, y no habia hombre: llamé, y no habia quien oyese*. Ya se muestra algunas veces indignado é incapaz de aplacarse, sin duda para darle á conocer la grandeza de su mal, ya la avergüenza y la confunde mas con el ejemplo de las gentes que han oido su voz, lo han conocido, lo han buscado, y lo han hallado : Buscáronme los que antes no preguntaban por mí, halláronme los que no me buscaron. Dije: Vedme, vedme á una nacion, que no invocaba mi nombre. (Mas Israel por el contrario dice :) Estendi mis manos todo el dia á un pueblo incrédulo†, ya en fin la consuela, la alienta, le renueva las antiguas promesas, le hace otras de nuevo mucho mayores, se compadece de sus trabajos, se enternece con ella, &c.

165. La tercera persona que habla es la misma Sión, con quien se habla, en la cual se ve una grande y prodigiosa variedad de afectos, todos buenos, todos santos, todos conducentes para la salud, ó que ya la supone. Se ven en ella afectos de confusion, de penitencia, de llanto, de confesion sincéra y franca de sus delitos, de admiracion, de agradecimiento, de esperanza, y tambien de amor y caridad perfecta. Como una persona que despierta de un profundo sueño, ó como un sordo y ciego que empieza á oir y ver, y todo le coje de nuevo. Entre otras cosas dignas de atencion, podeis reparar y comprender al punto por el contesto mismo, que todo el capítulo liii que parece una historia abreviada y completa de la pasion y muerte del Mesías, no es otra cosa, que lo que dice Síón en medio de su llanto, despues que ha conocido al mismo Mesías, que ella reprobó y puso en una cruz: ¿Quién ha creido lo que nos ha oido? (empieza diciendo) ; y el brazo del

Quia veni, et non erat vir: vocavi, et non erat qui audiret. Isai. 1, 2.

+ Quæsierunt me qui antè non interrogabant, invenerunt qui non quæsierunt me. Dixi: Ecce ego, ecce ego ad gentem, quæ non invocabat nomen meum. (Ad Israel autem dicit) Expandi manus meas totâ die ad populum incredulum, &c.

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Isai. lxv, 1, 2.

Señor á quien ha sido revelado*? ¿Quién de nosotros (como si dijera) creyó á sus propios oidos? ¿Y el brazo del Señor (ó lo que es lo mismo) el Verbo de Dios ó el Mesías, quién lo conoció? Lo oimos á el mismo que nos habló palabras de vida, y no lo creimos, ni lo conocimos siquiera por la voz, como debiamos conocerlo segun las Escrituras, de lo cual se quejaba él mismo, diciendo: ¿Por qué no entendeis este mi lenguaje? Oimos despues á sus discípulos, y lejos de creerlos los despreciamos, y aun los perseguimos del mismo modo. Hemos oido hablar de él en todas las partes del mundo, donde hemos estado dispersos, por espacio de tantos siglos, y no hemos creido jamas á nuestros oidos. Lo vimos con nuestros ojos cuando fué visto en la tierra, y conversó con los hombres, y tampoco creimos á nuestros ojos, no viendo en él aquella grandeza y majestad mundana, que nos habiamos figurado, y que nos habian anunciado nuestros doctores. Le vimos, y no era de mirar, y le echamos menos. Despreciado, y el postrero de los hombres, varon de dolores, y que sabe de trabajos; y como escondido su rostro y despreciado, por lo que no hicimos aprecio de él... nosotros le reputamos como leproso, y herido de Dios, y humillado. Mas él fué llagado por nuestras iniquidades, quebrantado fué por nuestros pecados:... Todos nosotros como ovejas nos estraviamos, cada uno se desvió por su camino; y cargó el Señor sobre él la iniquidad de todos nosotros§... Yo no tengo tiempo para detenerme en estas observaciones

¿Quis credidit auditui nostro? et brachium Domini cui revelatum est? - Isał. liii, 1.

+ Quare loquelam meam non cognoscitis? - Joan. viii, 43. + In terris visus est, et cum hominibus conversatus est. - Bar. iii, 38.

* Vidimus eum, et non erat aspectus, et desideravimus eum: Despectum, et novissimum virorum, virum dolorum, et scientem infirmitatem: et quasi absconditus vultus ejus et despectus, unde nec reputavimus eum... nos putavimus eum quasi leprosum, et percussum à Deo et humiliatum. Ipse autem vulneratus est propter iniquitates nostras, attritus est propter scelera nostra... Omnes nos

particularles, que puede hacer cualquiera con solo una poca de atencion.

166. Entre tantas cosas y tan diversas como dice el Mesías á Sión en esta larga conversacion, se deben notar especialmente aquellas que hacen á nuestro propósito actual: esto es, las que son de consuelo y esperanza, y contienen alguna promesa estraordinaria. Por ejemplo, estas que aquí apunto, como por muestra de otras muchísimas, del todo semejantes, que pudiera mostrar.

167. Primero en el cap. li, ver. 16, hablando Dios con el Mesías, le dice estas palabras: Puse mis palabras en tu boca, y con la sombra de mi mano te cubrí, para que plantes los cielos, y cimientes la tierra; y digas á Sión: Mi pueblo eres tú*. En consecuencia de esto, toma al punto las palabras el mismo Mesías, y vuelto á Sión, y viéndola tan abatida, y confundida con el polvo de la tierra, le dice así desde el ver. 17.

168. Alzate, álzate, levántate, Jerusalén, que bebiste de la mano del Señor el caliz de su ira: hasta el fondo del caliz dormidero bebiste, y bebiste hasta las heces... Tus hijos fueron echados por tierra, durmieron en los cabos de todas las calles, como orige enlazado: llenos de la indignacion del Señor, del castigo de tu Dios. Por tanto oye esto, pobrecilla, y embriagada no de vino. Esto dice el dominador tu Señor y tu Dios, que peleará por su pueblo: Mira que he quitado de tu mano el caliz de adormecimiento... no lo volverás á beber en adelante. lo pondré en manos de aquellos, que te abatiéron, y dijéron á tu alma: Encórvate, para que pasemos; y pusiste tu cuerpo como tierra, y como camino á los pasajeros ↑.

Y

quasi oves erravimus, unusquisque in viam declinavit: et posuit Dominus in eo iniquitatem omnium nostrûm.-Isai. liii, à 2 usque ad 6.

* Posui verba mea in ore tuo, et in umbra manûs meæ protexi te, ut plantes cœlos, et fundes terram: et dicas ad Sion: Populus meus es tu.-Isai. li, 16.

↑ Elevare, elevare, consurge Jerusalem, quæ bibisti de manų Do TOMO II.

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169. Segundo: cap. lii. Levántate, levántate, vistete de tu fortaleza, Sión, vistete de los vestidos de tu gloria, Jerusalén, ciudad del Santo: porque no volverá á pasar por ti en adelante incircunciso ni inmundo. Sacúdete del polvo, levántate; siéntate, Jerusalén: suelta las ataduras de tu cuello, cautiva hija de Sion. Porque esto dice el Señor: Devalde fuisteis vendidos, y sin plata redimidos *.

170. Tercero: cap. liv. No temas, porque no serás avergonzada, ni sonrojada: pues no tendrás de que afrentarte, porque te olvidarás de la confusion de tu mocedad, y no te acordarás mas del oprobrio de tu viudez. Porque reinará en tí el que te crió, el Señor de los egercitos es el nombre de él; y tu Redentor el Santo de Israél, será llamado el Dios de toda la tierra. Porque el Señor te llamó como á muger desamparada, y angustiada de espíritu, y como á muger, que es repudiada desde la juventud, dijo tu Dios. Por un momento, por un poco te desamparé, mas yo te recojeré con grandes piedades. En el momento de mi indignacion escondi por un poco de tí mi cara, mas con eterna misericordia me he compadecido de tí: dijo el Señor tu Redentor. Esto es para mí como en los dias de Noé, á quien juré, que yo no traeria mini calicem iræ ejus usque ad fundum calicis soporis bibisti, et potasti usque ad fæces... Filii tui projecti sunt, dormierunt in capite omnium viarum, sicut oryx illaqueatus: pleni indignatione Domini, increpatione Dei tui. Idcircò audi hoc paupercula, et ebria non à vino. Hæc dicit Dominator tuus Dominus, et Deus tuus, qui pugnavit pro populo suo: Ecce tuli de manu tua calicem soporis... non adjicies ut bibas illum ultrà. Et ponam illum in manu eorum, qui te humiliaverunt, et dixerunt animæ tuæ: Incurvare, ut transeamus: et posuisti ut terram corpus tuum, et quasi viam transeuntibus.— Isai. li, 17, 20, 21, 22, 23.

* Consurge, consurge, induere fortitudine tua, Sion, induere vestimentis gloriæ tuæ, Jerusalem, civitas sancti: quia non adjiciet ultrà ut pertranseat per te incircumcisus et immundus. Excutere de pulvere, consurge; sede, Jerusalem: solve vincula colli tui captiva filia Sion. Quia hæc dicit Dominus: Gratis venumdati estis, et sine argento redimemini.— Isat. lii, 1, 2, 3.

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