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ra, en perjuicio del culto de alma y de corazón que el cristiano debe á su Criador, á su Redentor y á su Dios (1)?

¡En qué empresas tan locas os habeis lanzado, oh hijos del siglo, que procurais buscar los bienes del cuerpo con detrimento de vuestra alma! Vosotros que sacrificais la Religion á la política, la gracia al interés y los deberes á las pasiones. ¡Es una especulacion muy ruinosa la de querer conservar las riquezas de Constantino á expensas de la fe de. Pedro y del celo de Pablo; la de querer asegurar una posicion brillante, honorífica, halagüeña para el amor propio y feliz á los ojos del mundo, en vez de trabajar para ser virtuoso y para adquirir lo que forma la felicidad, segun Dios! Las mas veces se acaba por perder una cosa y otra, porque las ventajas temporales no se consiguen siempre, y si se consiguen son un manantial funesto de inquietudes, de angustias, de amarguras, de remordimientos y de infamia, de tal modo que valdria mas no poseerlas. No se gozan sino durante el corto espacio de la vida, porque la muerte viene muy pronto á arrebatarlas. Ellas contribuyen á la nobleza personal del hombre, pero no se trasmiten á sus descendientes. El pecado no produce la felicidad, lo que él da no es sólido, ni constante, ni honorífico, y al mismo tiempo causa la pérdida de la inocencia, de la jus. ticia, del alma y de la eternidad. Por esta razon en vez de esas inscripciones pomposas, compuestas por la vanidad ó la adulacion en los lugares en que no trabajan mas que là impudencia ó la mentira, será necesario con mucha mas razon grabar un dia sobre vuestra tumba esta inscripcion: Aquí yace un negociante estúpido é insensato, heredero del espíritu de los judíos; que, menospreciando los bienes eter

(1) Non levi crimine tenetur abstrictus qui aliquam vilem creaturam Deo præfert, illam in cogitatione sæpius revolvendo quam Creatorem et Redemptorem Deum! (Manual., c. 19.)

nos, pretendió encontrar la felicidad en los bienes temporales, y perdió los unos y los otros, porque nunca fuedichoso en el tiempo, y al presente es, y lo será siempre, desgraciado durante la eternidad. Temporalia perdere timuerunt, el vitam æternam non cogitaverunt: ac sic utrumque amisserunt.

Ah! no seamos del número de esos insensatos, cuya locura no puede repararse con una eternidad de tormentos, de lágrimas y de dolores! Procuremos, ahora que todavía es tiempo, asegurar la salvacion de nuestra alma. Escuchemos esas palabras que Jesucristo hace resonar en nuestros oidos: ¿de qué nos servirá haber brillado un momento en el mundo, con unos honores inmerecidos ó con una fortuna mal adquirida? ¿de qué nos servirá haber llegado al goce de todos los honores, de todas las riquezas y de todos los placeres del mundo, si perdemos nuestra alma (1)? Apliquémonos, pues, al grande, al único negocio, al negocio importante, precioso y necesario de nuestra salvacion (2). Prosigamos nuestra peregrinacion sobre la tierra. con los ojos y el corazon fijos en el cielo, y ocupémonos de las cosas temporales de tal manera que no comprome→ tamos nuestros intereses eternos. Sic transeamus per bona temporalia, ut non amittamus æterna. Así sea.

(1) Quid prodest homini, si mundum universum lucretur, animæ vero suæ detrimentum patiatur? (Matth. 16.)

(2) Porro unum est necessarium. (Luc.}

CONFERENCIA VIGÉSIMAPRIMERA.

Los azotes.

Accipite et manducate: hoc est corpus meum quod pro vobisfran getur.

Tomad y comed: este es mi cuerpo que será despedazado por vosotros.

(1, Cor. xi, segun el texto griego.)

¿Cuándo se cumplió literalmente esta prediccion que el Salvador del mundo hizo en la noche de la última cena? ¿Cuándo se verificó esta laceracion y este despedazamiento de su cuerpo adorable, que consagraba entonces y daba por alimento á sus discípulos? Accipite et manducate: hoc est corpus meum quod pro vobis frangetur. Ah! esta prediccion se verificó a la letra en los crueles azotes á que el Señor se sometió en casa de Pilatos, y por su órden, porque por esta sangrienta ejecucion, el cuerpo adorable de Jesus, segun la expresion del Profeta, fue herido de la manera mas bárbara y como despedazado por causa de nuestros pecados (1).

La flagelacion del Señor, obra del odio infernal y de la barbarie atroz de los hombres, es, pues, un grande é importante misterio; porque el mismo Jesus asoció su memoria al misterio de la Eucaristía, obra sublime é inefable del

(1) Attritus est propter scelera nostra. (Is. 53.)

poder y del amor de Dios. En efecto, al pronunciar estas palabras: «Tomad y comed: este es mi cuerpo que será despedazado muy pronto por vosotros; Accipite et manducate: hoc est corpus meum quod pro vobis frangetur›, qué otra cosa quiso darnos á entender Jesucristo, sino que debemos acordarnos del trato cruel que sufrió por nosotros, todas las veces que recibamos su sagrado cuerpo en la mesa eucarística, y que debemos recibirlo, no solo con la mayor pureza, porque es un cuerpo divino, sino tambien con el amor mas tierno, porque este cuerpo fue cruelmente desgarrado por nuestro amor?

Penetrados de estos pensamientos es como debemos hoy asistir al drama sangriento que se representa en el pretorio de Pilatos, es decir, que debemos considerar con una piadosa emocion el modo con que este divino cuerpo fue azotado por nuestra causa, á fin de conocer el modo con que debemos disponernos para recibirlo. Accipite et manducate: hoc est corpus meum quod pro vobis frangetur.

PRIMERA PARTE.

Aunque Pilatos, como ya hemos visto, puso en libertad á Barrabás y consintió en que Jesucristo fuese crucificado, sin embargo, antes de poner por escrito esta inicua sentencia y hacerla ejecutar, volvió á su primera idea tan injusta como desgraciada. El hizo azótar al Salvador, esperando, dice san Agustin, que de este modo apaciguaria el corazon de los judíos, tigres ávidos de sangre, y que con el espectáculo del oprobio y del dolor de esta cruel ejecucion, conseguiria que dejasen de pedir la muerte del pre

tendido criminal (1). No fue, pues, para conformarse á la ley romana que mandaba, como observa san Gerónimo, azotar á los esclavos antes de crucificarlos (2), por lo que Pilatos dió órden de azotar al Salvador, sino por un sentimiento de compasion injusto y cruel (3).

Mas ¿en qué consiste que los Evangelistas no hayan escrito mas que estas pocas palabras respecto á los azotes, el misterio mas doloroso y mas humillante de la Pasion de Jesucristo? ¿Por qué han ocultado á nuestra fe y á nuestra piedad el conocimiento de todas las circunstancias que debieron acompañarlos? Y si ellos nada quisieron decir acerca de los instrumentos empleados para desgarrar las carnes delicadas del Cordero divino, ni del número de azotes que recibió, ni de la abundancia de sangre que derramó, ni del furor brutal de los verdugos, ¿para qué ocultar tambien las disposiciones admirables en que debia encontrarse la víctima, mientras que era inmolada por nuestra salvacion de una manera tan atroz? ¿Quereis saber la razon de este silencio? Pues consiste en que todas estas cosas se encontraban ya, desde muchos siglos, referidas de una manera muy circunstanciada en los libros del antiguo Testamento, que contienen, no solo las profecías generales, sino tambien la relacion circunstanciada de muchos hechos del nuevo Testamento. Los Evangelistas, pues, guardan silencio sobre las particularidades de la flagelacion de Jesus, por cuanto ellas habian sido ya designadas muy minuciosamente por los profetas, á quienes el mismo Jesu

(1) Non persequendo Dominum flagellavit; sed eorum furori satisfacere volens, ut sic mitescerent, et desinerent velle occidi quem flagellatum viderunt. (Tract. in Joan.)

(2) Romanis legibus sancitum est, ut qui crucifigitur prius flagellis verberetur. (In Matth.)

(3) Tunc apprehendit Pilatus Jesum, et flagellavit. (Joan.)

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