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del gran misterio, que manifestará al que ellos se han atrevido á infamar con el nombre de seductor: Seductor ille (Matth., 63.), colocado, como sobre un glorioso pedestal, sobre la cabeza de sus enemigos. Esos satélites de la Sinagoga son, por consiguiente, las centinelas avanzadas de la Iglesia; colocados alrededor del sepulcro por la incredulidad de los judíos, contribuyen á afirmar nuestra fe. Inviti veritatis demostrationem adjuvant; quantum in illis et manum opponunt, ut diligentia eorum fidei nostræ proficeret. (Loc. cit.)

Observemos tambien que el sepulcro de Jesucristo, prestado solo por algunas horas, es propiedad de José, que es el que lo da. ¡Oh admirable coincidencia de funciones de nombres! dice en este lugar, Cornelio à Lápide; Jesucristo entró en el mundo á la sombra de la castidad de José, esposo de María, y ahora sale del mundo á la sombra de la piedad de José: Notandum est Christum introisse in mundum per Joseph sponsum Virginis, ac rursum per Joseph exisse de mundo. El sepulcro nuevo, dice san Leon, es la imágen de la virginidad de María: Novum sepulchrum Mariæ virginitatem demonstrat. El primer José habia tomado á María por esposa, y por el milagro de su castidad la dejó intacta al Verbo eterno para que pudiese ser concebido en su seno virginal; del mismo modo el segundo José habia construido una tumba para sí, pero, arrebatado por su piedad, la cede pura é intacta á Jesucristo, á fin de que pueda en ella resucitar. Depositarios afortunados del mismo tesoro, el uno viste á Jesus en su nacimiento, y el otro, lo réviste despues de su muerte; el uno fue testigo de su milagrosa concepcion y de la virginidad de la Madre, y el otro lo es de la resurreccion y de la divinidad del Hijo.

El sepulcro es sencillo y sin fausto; en él no se ven mármoles, ni metales, ni adornos, y Jesus condena así, dice san

Jerónimo, el loco orgullo y la ambicion insensata de los grandes, que no quieren separarse de sus riquezas, ni aun despues de su muerte: Ex simplici sepultura Domini ambitio divitum condemnatur qui nec in tumulis volunt carere divitiis. Mas sin embargo de renunciar el Salvador á la vanidad, no por eso renuncia á la pureza, porque El quiso ser depositado en un sepulcro sencillo, pero nuevo, así como en otro tiempo quiso nacer de una madre pobre, pero vírgen. Ninguno mas que Jesus fue concebido en las castas entrañas de María, ni antes ni despues de El. Sicut in Mariæ virginis utero nemo ante illum, nemo post illum conceptus est: ita in hoc monumento nemo ante illum, nemo post illum sepul– tus est. (Aug.) Así, pues, añade san Leon, el sepulcro que recibió el cuerpo del Salvador permaneció siempre vírgen, como el seno que lo concibió: Dominica ergo et virgo vulva, et virgo est sepultura. El Evangelista, continúa el mismo Padre, da á José el título de ilustre decurion, pero le llama al mismo tiempo el justo, así como llama á María, la Vírgen. Cuán admirable es, pues, este misterio! Cuando nace el Señor es engendrado en el seno de una vírgen; cuando muere es confiado al sepulcro de un justo. Cum nacitur, utero virginis gignitur; cum moritur, sepulchro justi commendatur.¡Oh cuerpo verdaderamente santo, adorable y bienaventurado por haber tenido la virginidad por madre y la justicia por guarda! Beatum plane corpus: quod virginitas peperit, justitia custodibit! En el seno de María no conoció el desórden de la concupiscencia humana; en el sepulcro de José no sufrió la corrupcion de la muerte. En todos tiempos y en todos lugares, este cuerpo sagrado, aunque pobre, humilde y víctima del dolor y de la afliccion, se ve siempre rodeado de pureza y adornado de santidad. Illuc viri pollutione non tangitur; hic mortis corruptione non læditur. Ubique beato corpori defertur sanctitas, atque virginitas! Así,

pues, Jesucristo se muestra siempre y en todas partes verdadero hombre y verdadero Dios. Verdadero hombre, pasando por los estados mas abyectos de la humanidad: verdadero Dios, no mostrándose celoso sino por la santidad y la pureza, la única compañía digna de su persona, el único don que conviene á su majestad. Domum tuam decet sanctitudo.

Ved aquí por qué, así como en su nacimiento despreció los palacios de los reyes, así en su muerte rehusó los mausoleos de los Augustos. Mas, así como á pesar de nacer en una pobre cabaña quiso que esta humilde gruta estuviese adornada con la virginidad de María, con la fe de José, con la inocencia de los pastores y con la humildad de los Magos, del mismo modo al morir quiso ser depositado en un sepulcro sencillo, abierto en la roca; El no permitió, sin embargo, que ninguna mano profana, que ninguna mirada malévola, que ningun corazon inmundo se aproximase á El; por el contrario, quiso tener por cortejo todas las virtudes, es decir, la constancia de María, su Madre: la virginidad de Juan, su Discípulo: las lágrimas de penitencia de Magdalena, la piedad de las Marías, el valor de Nicodemus, la justicia de José y la fe del Centurion. Las mismas flores del pequeño huerto, donde estaba el sepulcro, abriéndose en el momento en que se presentó en aquel lugar el cuerpo de Jesus, é inclinándose sobre sus tallos para rendirle homenaje, fueron el emblema de las flores mucho mas agradables á sus ojos de todas las virtudes, que le acompañaron y le anunciaron como el Dios. de la santidad infinita. Solo á un Hombre-Dios correspondià morir, como murió Jesus, sin debilidad. Solo á un Hombre Dios correspondia ser sepultado, como lo fue Jesus, rodeado de pureza y de santidad. Domum tuam decel sanctitudo. Oh santidad! oh pureza! oh encanto de los

misterios cristianos! Oh santidad! oh pureza! oh divinos encantos de la Religion cristiana!

SEGUNDA PARTE.

Nuestro Salvador, verdadero hombre y verdadero Dios al mismo tiempo, no separó jamás, en estos misterios tan sublimes y tan tiernos, la causa de Dios de la causa del hombre, ni los intereses de Dios de los intereses del hombre. Ved aquí por qué en el misterio de su sepultura, no solo tuvo presente el triunfo de su Religion y la gloria de su divinidad, sino tambien nuestra instruccion y nuestro consuelo.

En primer lugar, el apóstol san Pablo descubrió en la sepultura de Jesucristo una enseñanza profunda sobre el espíritu de la moral y la santidad del Evangelio: «Sabed, decia á los primeros cristianos, que nosotros hemos recibido el bautismo para expresar en nosotros, con todas sus circunstancias, la muerte de Jesucristo; de modo que estar bautizado, es estar sepultado con El. Nescitis quia quí baptizati sumus, in mortem ipsius baptizati sumus... consepulti ei in baptismo.» (Colos., II.) San Cirilo aludia á esta doctrina del Apóstol cuando decia á los neófitos, bautizados segun el antiguo rito de la triple inmersion: Tres veces habeis sido sumergidos en el agua, y tres veces habeis salido de ella, y por esta ceremonia sagrada habeis expresado en vosotros mismos el misterio de Jesucrito, que permaneció tres dias en el sepulcro. Mersi ter in aqua, rursus emersistis; atque per hæc symbola triduanam significastis

ram.» San Epifanio decia igualmente á los fie pultu

«Acordaos de que fuísteis conducidos al baño sagrado del bau

tismo, como Jesucristo fué llevado á la sepultura. Ducebamini ad sanctum baptismi lavacrum, sicut Christus ad sepulturam.» El bautismo es, pues, segun la Escritura y los Padres, una obligacion solemne, que contraemos en presencia del cielo y de la tierra, de morir y de sepultarnos místicamente con Jesucristo, para participar del mérito de su muerte y de su sepultura real, y recibir el carácter, los privilegios y las gracias de estos dos grandes misterios figurados por el bautismo.

En efecto, Jesucristo muerto, es Jesucristo separado exteriormente de toda sociedad humana, de toda ocupacion, de todo interes terreno. De la misma manera el cristiano, al hacer en el bautismo el juramento de renunciar á todas las sugestiones de Satanás, á todos los encantos de los sentidos y á todas las pompas profanas, muere en cierta manera al mundo, á la carne y al demonio: muere místicamente con Jesucristo. Baptizati sumus in mortem ipius. Pero, mientras que Jesus, muerto, estaba todavía pendiente de la cruz, la vista de su cuerpo adorable, aunque inanimado, lo hacia en cierto modo considerar como vivo. No sucedia así cuando, colocado en el sepulcro, fue cubierto con una piedra, y quedó allí como separado absolutamente del mundo. Pues bien, esto mismo lo vemos nosotros diariamente; mientras que el cadáver del hombre que acaba la muerte de segar está todavía sobre la tierra, inspira interes y llama sobre sí nuestros pensamientos y nuestras afecciones. La sepultura es quien, ocultándolo á nuestra vista, nos hace olvidar muy pronto su memoria, acaba la separacion y consuma el triste misterio de la muerte. Así, pues, no basta que el cristiano, paraser fiel á las promesas del bautismo, haya renunciado á todo y haya muerto con Jesucristo; es necesario tambien que por su amor á la soledad, al retiro y al recogimiento,

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