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vida. Y ved aquí que aquellos ministros de crueldad, acercándose tranquilamente al pié de la cruz despues de haber crucificado al Salvador, se apoderan de sus vestiduras á vista de El, y hacen de ellas cuatro partes, una para cada soldado. (Joan.) Mas cuando tratan de partir la túnica de Jesus ó el vestido interior que tocaba á su carne divina, viéndola sin cortadura y de una sola pieza (Ibid.), no quieren cortarla, la juegan para que decida la suerte quién ha de ser su poseedor, cumpliendo así á la letra, sin saberlo, esta profecía clara de David (Ps. 2.): «Ellos dividieron entre sí mis vestiduras, y sobre mi túnica echaron suertes. » (Joan.)

Sin embargo, este acto de sórdida avaricia y de audacia brutal de parte de los soldados, merece fijar nuestra atencion, porque él encierra, dice Justiniani, un misterio lleno de consuelo para nosotros (1). Y al terminar el evangelista san Juan el relato de la division de las vestiduras sagradas de Jesus con estas palabras: «Y ved aquí lo que hicieron los verdugos, aunque eran soldados: Et milites quidem hæc fecerunt» (Joan), nos ha indicado claramente que la conducta de estos verdugos fue singular; que fue efecto de un designio superior, á que sirvieron sin saberlo, y que en esta circunstancia representaron un gran misterio.

Las vestiduras sagradas de Jesus fueron la figura de su Iglesia; porque así como el cuerpo está envuelto y encerrado en los vestidos, así tambien el cuerpo de Jesucristo con su espíritu se encuentra encerrado en su Iglesia, y así como los vestidos caen á tierra si no los sostiene el mismo que los lleva, así la Iglesia, dice san Agustin, se sostiene por Jesucristo. (Tract. 118, in Joan.) La Iglesia es una ; ella es al mismo tiempo universal y se extiende á los cuatro

(1) Quod perfecerunt milites, sacramentis est gravidum. (De Christ. Agon., 27.)

puntos cardinales del mundo; por consiguiente, las vestiduras de que los soldados hicieron cuatro partes, representaron, dice san Agustin, la universalidad de la Iglesia, y la túnica sin cortadura figuró la unidad producida por los lazos de una misma caridad. (Ibid.) ¡Cuán encantadora es la descripcion que nos hace san Juan de esta preciosa túnica del Salvador, obra admirable de las castas manos de la Virgen María! El nos dice que no estaba formada de diferentes partes, de tal modo que separándolas quedase cada una de ellas entera, nos dice que era sin costura y de un solo tejido, de un solo hilo, que entretejido bajo cierta combinacion por una misma mano desde arriba hasta abajo, figuraba el cuerpo con todas sus proporciones, y que, por consiguiente, toda ella era una obra sencilla, igual y uniforme; que nada habia en ella extraño ó accesorio. Erat tunica inconsutilis, desuper contexta per totum.

Imágen fiel y admirable de la Iglesia! Una sola mano divina la formó con un solo designio y con un solo espíritu. Desde su orígen hasta el fin no se encuentra en ella division alguna, sino una serie sucesiva y continua de pastores, que se remonta como un solo tejido hasta Jesucristo y termina en el último cristiano, siempre la misma. Desde arriba hasta abajo, todo se une en ella y se sostiene. Las innovaciones no se toleran en ella: en todos y para todos hay la misma fe, la misma moral y el mismo culto. No puede romperse un solo hilo sin poner en peligro toda la obra. Los herejes y los cismáticos que la niegan y la abandonan, no hacen otra cosa que separarse de esta unidad y renunciar á ella; pero no pueden alterarla. La Iglesia es siempre una, siempre la misma. Tantas naciones como se han separado de ella, no han dejado en ella señal alguna de division; su forma divina y sus proporciones son ahora lo que han sido siempre, y su unidad permanece siempre in

tacta. Lo repito: los disidentes se privan del principio de vida que reside en ella, mas no pueden destruir su unidad ni comprometer su duracion. Erat tunica inconsutilis, desuper contexta per totum.

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Observad tambien que los soldados que se reparten las vestiduras del Salvador son romanos, es decir, gentiles. Los judíos no entran en parte con ellos; no conociendo el valor de estas vestiduras ni del que las llevaba, las abandonaron á los extranjeros, que, como representantes del gentilismo, tomaron posesion de ellas. Ved aquí por qué la Iglesia de Jesucristo, figurada en sus vestiduras, se hace desde este momento el rico despojo, el patrimonio de los gentiles, de los romanos. Los judíos son excluidos de ella, quedan privados de ella, porque habiendo negado á su Padre han perdido todo el derecho á su herencia.

Los cuatro soldados colocados hácia los cuatro puntos cardinales de la tierra hacen cuatro partes de las vestiduras del Señor, una para cada uno; y esta division significa que los gentiles de los cuatro ángulos del mundo deben tener parte en la Iglesia. Sin embargo, ellos no dividen la túnica, sino que dejan á la suerte que decida á quien de ellos debe pertenecer; esto significa, dice san Agustin, que las naciones no pertenecerán á la Iglesia sino por una gracia que, á los ojos de los hombres, parece un efecto de la suerte, pero que realmente Dios es quien la prepara y la dispensa en el libre ejercicio de su soberanía; porque no es llamado el hombre á la fe en virtud de sus cualidades y de sus méritos personales, sino por una disposicion secreta de los juicios de Dios. (Tract. 118, in Joan.) Por eso dice la Escritura, que la suerte del hombre es arrojada en la urna por la mano del hombre, pero que la mano de Dios es la que prepara á cada uno la suya. (Prov.)

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Ved aquí por qué todos los Padres y los Doctores que han reconocido unánimemente el misterio de la unidad de la Iglesia en la túnica inconsútil de Jesucristo, no dejan de clamar contra el crímen de los herejes y de los cismáticos que, con sus divisiones y sus errores, desgarran de una manera deplorable el seno de la Iglesia, que es la túnica divina del Redentor. Oh! cuán violentas son las reconvenciones que les hacen. Oh! ¡cuán terribles son los castigos con que les amenazan! Salid de vuestro sueño, oh vosotros, cristianos desventurados que estais fuera de la Iglesia: abrid los ojos al peligro en que os hallais é imitad á los soldados del Calvario. Dejad de obstinaros en querer cortar con vuestras herejías y vuestros cismas esta túnica inconsútil del Salvador. Non scindamus eam. Renunciad á los esfuerzos insensatos que haceis para desgarrar la Iglesia: trabajo infernal que, sin causarle mal alguno, no hace otra cosa que dividiros á vosotros, reduciros á la triste condicion de los judíos y excluiros como á ellos de todos los beneficios de la Religion de Jesucristo. Demasiadas son ya las excisiones que os han dividido hasta aquí en tantas sectas diferentes; demasiadas son ya las almas que habeis arrastrado á su perdicion; no mas divisiones, no mas cismás en la verdadera Iglesia. Non scindamus eam. Por el contrario, esforzaos á porfía por la humildad de espíritu y la docilidad de corazon en volver á su seno, para gozar con nosotros, para cubriros y adornaros con su túnica preciosa, la única que puede haceros verdaderos hijos de Dios. Sed sortiamur de illa cujus sit.

Y nosotros los católicos, guardémonos tambien de desgarrar esta túnica divina, sembrando la desconfianza y la discordia entre la cabeza y los miembros, entre el padre y los hijos, entre el pastor y las ovejas; ó bien separando la fe de las obras y los dogmas de los preceptos; ó, última

mente, perteneciendo á la Iglesia solo exteriormente y viviendo separados de ella por el desarreglo de nuestras costumbres. Non scindamus eam. Trabajemos de concierto para apropiárnosla como el patrimonio particular de cada uno de nosotros, por la santidad de nuestras obras y el ejemplo de nuestra vida, y abracémosla con todo el valor de nuestra profesion y todo el ardor de nuestro celo. Sed sortiamur de illa cujus sit.

SEGUNDA PARTE.

Apénas Adan y Eva consumaron su pecado con su desobediencia, cuando se avergonzaron y se ruborizaron de verse desnudos; y habiendo entretejido várias hojas de higuera se hicieron unos cintos con los cuales se cubrieron (Genes. 3). Inútil artificio! las hojas del árbol fatal que les habia quitado la vida no podian cubrir su desnudez. A pesar de este tejido frágil que les embarazaba sin cubrirles, que les punzaba sin defenderles, no cesaban de ruborizarse de sí mismos á sus propios ojos y á los ojos de Dios. Así es que, como dice la Escritura, corren á ocultarse en la espesura del bosque, debajo de un árbol, procurando formarse un asilo con su ramaje. (Ibid.) Pues bien: á este mismo árbol va á buscarles el Señor; y allí es donde, despues de echarles en cara su pecado y pronunciar su sentencia, les revela el profundo misterio del Salvador que debia un dia rescatarles. Compadecido de su desnudez y de su sonrojo, hace inmolar dos corderos, forma con sus pieles dos túnicas ó vestidos fuertes y durables, y lleno de amor se los pone con sus propias manos. (Ibid.)

Pero, qué! no estaba Adan desnudo antes de pecar? ¿Por

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