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tas del prójimo con la prudencia del secreto, excusémoslas con el celo de la caridad, y Dios observará con nosotros la misma conducta: El ocultará, El olvidará, El nos perdonará nuestras faltas en su tierna misericordia, supuesto que Jesucristo ha hecho en su Evangelio el juramento solemne de que Dios nos tratará de la manera que nosotros hayamos tratado á los demás. Eudem mensura, qua mensi fueritis, remetietur et vobis. (Matth.)

CONFERENCIA VIGÉSIMAQUINTA.

Jesucristo proclamado por Pilatos Rey y Mesias.

Num aliud possum loqui, nisi quod jusserit Dominus, et quod possuerit in ore meo? Ad benedicendum adductus sum, et benedictionem prohibere non valeo.

¿Puedo yo decir otra cosa que lo que el Señor ha mandado, y lo que El ha puesto en mi boca? Dios me ha traido para bendecir, y yo no puedo estorbar la bendicion.

(Núm., 25.)

Balac, aquel rey impío de los mohabitas, habia empleado en vano las amenazas mas terribles, las promesas mas lisonjeras y las mas brillantes ofertas para obligar á Balaam á maldecir al pueblo de Israel. El Profeta, en vez de imprecaciones y anatemas, pronunció sobre el pueblo elegido palabras de paz y le anunció su prosperidad futura diciendo: Que una estrella maravillosa se elevaria un dia sobre este pueblo, y que ella seria el signo del nacimiento y de la dignidad real del Mesías: Orietur stella ex Jacob, et Homo (Septante) de Israel. Et clangor regis in illo. Reconviniéndole entonces el rey, furioso por haber cumplido su mision de una manera contraria á las órdenes que le habia dado, es decir, por haber bendecido á su enemigo comun y hecho votos por su ventura y su gloria, en vez de llamar sobre él la maldicion del cielo, le responde Balaam: «Príncipe, es

en vano que hagais estallar vuestro furor contra mí. Yo no puedo decir mas que lo que el Dios de los hebreos me ha ordenado, y lo que El mismo ha puesto en mi boca. Num aliud possum loqui, nisi quod jusserit Dominus, et quod possuerit in ore meo? Ese Dios me ha conducido aquí para que bendiga á su pueblo; y un impulso secreto é irresistible ha arrebatado mi espíritu, ha cambiado mi corazon y ha forzado mi lengua de tal manera, que no he podido articular mas que palabras de bendicion y de prosperidad Ad benedicendum adductus sum, et benedictionem prohibere non valeo.

Pues bien: Dios, para honrar la muerte de Jesucristo, renovó el prodigio que habia obrado para ilustrar su nacimiento. Del mismo modo que Balaam, que pertenecia á la familia de los gentiles, que profesaba la religion idólatra y ejercia la profesion de adivino y de impostor, fue forzado por Dios á proclamar, contra su propia voluntad, á Jesucristo, hombre y Rey en su nacimiento, así tambien Pilatos, salido igualmente del pueblo gentil, nacido en la religion pagana, y ejerciendo una profesion militar y política, fue obligado por el mismo Dios á proclamar á Jesucristo hombre y Rey de los judíos, antes de enviarlo á la muerte. En efecto, él habia pronunciado estas palabras: Ved aquí el hombre: Ecce homo»; y al presente escribe él mismo este título: «Este es Jesus de Nazaret, Rey de los judíos: Hic est Jesus Nazarenus, rex Judæorum. » De modo que Pilatos hubiera podido responder á los bárbaros judíos que esperaban una sentencia de infamia contra Jesucristo, y no un himno de gloria: que Dios habia dirigido su lengua y conducido su mano, que habia puesto en su boca estas palabras, y las habia hecho salir de su pluma, y y que él no habia podido hacer otra cosa que glorificar af Señor en el tiempo mismo en que los judíos querian que le

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deshonrase. Non aliud possum loqui nisi quod jusserit Dominus, et quod possuerit in ore meo. ¡Qué grande y magnífico espectáculo para nuestra fe el de ver á nuestro Salvador condenado á muerte por el juez que le proclama al mismo tiempo, de la manera mas clara, mas auténtica y mas solemne, Hombre-Dios, verdadero Mesías y Salvador dei mundo!

Consideremos, pues, este primer Evangelio, esta primera predicacion hecha por un gentil, de las cualidades, del ministerio, de la grandeza y de la gloria de Jesucristo, reuniendo y explicando unidas estas dos grandes y misteriosas declaraciones de Pilatos: «Ved aquí el hombre; ved aquí el Rey de los judíos» ; y aprendamos, por el ejemplo de un pagano, á reconocer en Jesucristo, no solo con las palabras sino tambien con las obras, nuestro verdadero Dios, nuestro Rey y nuestro Salvador.

PRIMERA PARTE.

Pilatos, al presentar á Jesucristo á los judíos en el estado deplorable á que le habia reducido una ferocidad brutal, con una corona desgarradora en la cabeza, una caña en la mano y un andrajo de púrpura en los hombros, desfigurado por las salivas, cubierto de heridas y de sangre, no tuvo otro objeto que el de mover el pueblo á compasion. Cuando despues, alzando la voz, dijo á los judíos: «Ved aquí el hombre, Ecce hemo», quiso decirles, segun san Jerónimo: Ved aquí el estado en que se encuentra el hombre á quien quereis hacer morir. Ah! si el título de Rey que El se ha arrogado excita vuestra envidia y vuestra indignacion, que al menos la abyeccion profunda á que

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