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mismo misterio de Dios; ó lo que es lo mismo, hasta la resurreccion y juicio universal: Y cuando fueren acabados los mil años, será desatado Satanás, y saldrá de su carcel, &c.*

348. Ya he dicho en otras partes, y estoy plenamente persuadido de esta, que creo una verdad incontestable; que el libro divino y admirable del Apocalipsis es la llave verdadera y única de todos los Profetas. A todos los esplica, los aclara, los compéndia, los estiende, y llena frecuentísimamente no pocos vacíos que ellos dejaron. Esto último se ve y aun se toca con las manos en los cuatro últimos capítulos del Apocalipsis, los cuales podémos mirar con gran razon como un Paralipomenon, ó como un suplemento brevísimo de muchas cosas particulares y bien sustanciales que ellos omitiéron. Omitiéron digo,

porque no se les dieron; y no se les dieron, porque todavia no era su tiempo. Si esta idea despues de bien examinada, se recibe y se mira, á lo menos como probable, todas las Escrituras antiguas se ven al instante llenas de luz. Si no se quiere examinar y por falta de este examen no se quiere admitir, me parece como una consecuencia necesaria, que quedémos perpetuamente sobre la inteligencia de las mas de las antiguas Escrituras, en la misma antigua oscuridad.

349. No obstante esta verdad general (por tal la tengo) me es preciso confesar, y lo confieso ingenuamente que llegando al ver. 7 del capítulo xx del Apocalipsis, se echa menos, falta, se desea en este Paralipomenon, ó en este suplemento de los Profetas, una cosa bien sustancial; cuya falta corta ó interrumpe evidentemente la gran cadena del misterio de Dios con los hombres. Esplícome. El amado discípulo habla solamente de lo que debe suceder en todo nuestro orbe despues de consumados sus mil años, ó lo que es evidentemente lo mismo, despues de consumado aquel dia ó tiempo felicísimo, de que tanto habian los Pro* Et cum consummati fuerint mille anni, solvetur Satanas de carcere suo, et exibit, &c. Apoc. xx, 7.

fetas de Dios, con estas espresiones: en aquel dia... en aquellos dias... en los postreros dias... en el fin de los dias... en aquel tiempo, &c.; mas no nos dice ni una sola palabra sobre las causas, ni sobre el modo y circunstancias, con que se deberá acabar aquel mismo dia ó tiempo que él llama mil años. Solo nos dice brevísimamente, que pasado este tiempo, se soltará otra vez el dragon, que puesto en su antigua libertad, volverá á seducir de nuevo las gentes, &c. Y cuando fueren acabados los mil años, será desatado Satanás, y saldrá de su cárcel, y engañará las gentes, que están en los cuatro ángulos de la tierra... Mas es creible ni posible, digo yo, que pueda suceder esta nueva soltura del dragon con todos los efectos terribles y admirables, espresos en el mismo testo de S. Juan, sin haber precedido en las mismas gentes algunas culpas generales y gravísimas, y por eso dignas de la justísima indignacion de Dios omnipotente? ¿Qué culpas podrán ser estas en aquellos tiempos, gravísimas y universales? Este es puntualmente el anillo ó eslabon de la gran cadena del misterio de Dios, que falta evidentemente en el testo del Apocalipsis.

350. Como este anillo me ha parecido siempre una piedra de suma importancia, lo he buscado con la mayor diligencia que me ha sido posible en los antiguos Profetas, y finalmente me parece haberlo hallado en el penúltimo de todos, que es Zacarías. Considérese atentamente el testo de este profeta con todo su contesto, y considérese con la misma atencion la inteligencia realmente fria y aun conocidamente falsa (por lo que tiene de historia antigua) que se le ha pretendido dar desde los principios del siglo quinto hasta el dia de hoy: todos los que quedaren de todas las gentes que vinieron contra Jerusalén (ténganse aquí presentes los Asírios, los Caldéos, los Persas, los Griegos, los Romanos, y últimamente la multitud de Gog, de Ezequiel, ó aquel gran rio que saldrá en los últimos tiempos de la boca del dragon, fenómeno viii), subirán de año en año á adorar al Rey, que es el Señor de los egér

TOMO III.

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citos, y á celebrar la fiesta de los tabernáculos. Y acaecerá: que aquel que sea de las familias de la tierra, y no fuere á Jerusalén á adorar al Rey, que es el Señor de los egércitos, no vendrá lluvia sobre ellos: Y si alguna familia de Egipto no subiere, ni viniere; tampoco lloverá sobre ellos, y les vendrá la ruina, con la cual herirá el Señor á todas las gentes que no subieren á celebrar la fiesta de los tabernáculos *. Hecha esta amenaza general, sigue inmediatamente el vaticinio diciendo: Este será el pecado de Egipto, y este el pecado de todas las gentes que no subieren á celebrar la fiesta de los tabernáculos +.

351. De modo, que considerando atentísimamente el testo de este Profeta con todo su contesto, y combinado con el testo del Apocalipsis, se ve y aun se toca con las manos toda la sustancia del misterio general de que vamos hablando, y tambien algunas de sus principales circunstancias. Se ve, digo, lo primero: que este resíduo de las gentes, y toda su posteridad por muchos siglos, será obligada como por una ley fundamental é indispensable, á presentarse una vez al año en Jerusalén (sin duda por medio de dos o tres envidados de cada tribu, pueblo ó nacion), á adorar al Rey, que es el Señor de los egércitos, y á celebrar la fiesta de los tabernáculos. Esta festividad de los tabernáculos, y los fines que tuvo Dios en su institucion, se pueden ver en el Deuteronomio +

* Et omnes, qui reliqui fuerint de universis gentibus, quæ venerunt contra Jerusalem, ascendent ab anno in annum, ut adorent Regem, Dominum exercituum, et celebrent festivitatem tabernaculorum. Et erit: qui non ascenderit de familiis terræ ad Jerusalem, ut adoret Regem, Dominum exercituum, non erit super eos imber : Quòd et si familia Ægypti non ascenderit, et non venerit: nec super eos erit, sed erit ruina, quà percutiet Dominus omnes gentes, quæ non ascendent ad celebrandam festivitatem tabernaculorum. — Zachar. xiv, 16, 17, et 18.

+ Hoc erit peccatum Ægypti, et hoc peccatum omnium gentium, quæ non ascenderint ad celebrandam festivitatem tabernaculorum.― Zachar. xiv, 19.

+ Cap. xvi.

352. Lo segundo: se ve que pasados muchos y aun muchísimos siglos, que S. Juan encierra en el número perfecto de mil, como lo hacen otras escrituras; pasado, digo, este tiempo feliz, en inocencia, en simplicidad, en bondad, en fe, &c., comenzará á entrar poco a poco, ya en este, ya en aquel país de nuestro globo, cierta especie de tibieza, y por consiguiente, de flojedad, ó de tédio en lo que toca á las peregrinaciones anuas á Jerusalén. Esta tibieza, como es naturalísimo, irá creciendo de dia en dia, pues no es verosimil ni creible que el mundo se pervierta de repente, ni en pocos años. La perversion ó corrupcion del corazon humano no ha sucedido jamás, ni es posible que suceda sino por grados: mucho menos en aquellas personas que han sido en algun tiempo inocentes y justas.

353. Llegada, pues, esta tibieza de las gentes á cierto término ya indisimulable, empezará el Señor á castigarlas suavemente, con aquella especie de castigos de que suele usar un buen padre con un hijo inobediente y rebelde. Empezará, digo, á escasearles y aun negarles casi todo el sustento necesario, ó lo que parece un mismo modo de hablar, les enviará la carestía. Esta carestía la esplica el Profeta con estas simples palabras, fuera de las cuales dificilmente se hallarán otras mas proporcionales: Y acaecerá: que aquel que sea de las familias de la tierra, y no fuere á Jerusalén á adorar al Rey, que es el Señor de los egércitos, no vendrá lluvia sobre ellos. ¿Qué quiere decir esto? ¿La falta de lluvias no se ha mirado siempre como una tribulacion, como una plaga, como uno de los mayores castigos de nuestro padre Dios? A esta tribulacion horrible, no siguen natural y necesariamente otras iguales y aun mayores? Pues todas estas se comprenden en aquellas brevísimas palabras: no vendrá lluvia sobre ellos.

354. Lo tercero: se ve, unido un testo con el otro, que no bastando estos castigos personales para hacer volver á las gentes á su antigua devocion y fervor (ni bastando otros muchísimos medios suaves ó fuertes, de que usará la

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bondad infinita del padre Dios, como debemos suponer, aunque no lo hallémos espreso en la Escritura santa) llegará finalmente el tiempo en que, llenas todas las medidas del sufrimiento, se use con ellos el último rigor. Es decir: llegará el tiempo de abrir las puertas del abismo, y dar otra vez al dragon entera libertad: despues de esto conviene, que sea desatado por un poco de tiempo... Y cuando fueren acabados los mil años, será desatado Satanás, y saldrá de su carcel, y engañará las gentes, &c. ¿No veis ya, ó amigo, por todo lo que acabámos de observar, el eslabon 6 anillo que falta indubitablemente en el testo de S. Juan? ¿Os parece factible ni posible, que perseverando las gentes en la misma justicia y en la misma inocencia y fervor con que habian comenzado, y en que habian vivido mil ó sean cien mil años, pueda suceder esta soltura del dragon, y esta nueva seduccion de todas las gentes que están en los cuatro ángulos de la tierra?

PARRAFO II.

355. Habiendo hallado en Zacarías el anillo que falta en el testo del Apocalipsis, unidlo aora con este mismo testo en su propio lugar, y vereis con esto solo seguida y continuada la cadena de todo el misterio. S. Juan nos dijo, que despues de concluidos sus mil años, se dará otra vez libertad al dragon (el cual habrá estado todo este tiempo encerrado en el abismo, cerrada y sellada la puerta de su cárcel, sin saber cosa alguna de todo cuanto debe pasar en esos mil años sobre la superficie de la tierra); mas no nos dice ni aun siquiera insinúa, por qué razon, ó por qué causa, ó por qué culpa nueva del linage humano, se dará otra vez libertad á su mayor enemigo. Zacarías señala claramente la razon, la causa, la verdadera culpa, casi general á toda la tierra, de donde tendrán origen otras muchísimas por consecuencia necesaria: Este será

Et post hæc oportet illum solvi modico tempore... Et cum consummati fuerint mille anni, solvetur Satanas de carcere suo, et exibit, et seducet gentes, &c. - Apoc. xx, 3, et 7.

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