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ra, y el reino: y todos los pueblos, tribus, y lenguas le servirán á él* :) habrá, digo, un gobierno, 6 un órden admirable; por consiguiente habrá una gerarquia, así como la hay aora en la Iglesia católica y en cualquiera estado secular; con sola la diferencia bien notable, de ser entonces sin comparacion mas perfecta y mas conocida de todos: He aquí, que reinará un Rey con justicia, y los príncipes presidirán con rectitud. Y este varon será como refugio para el que se esconde del viento, y se guarece de la tempestad... El que es ignorante no será mas llamado príncipe: ni el engañador será llamado mayor†. Serán entónces ciertos y palpables los verdaderos límites entre el sacerdocio y el imperio los cuales en el estado presente han sido, son y verosimilmente serán ocasion de grandes disputas, sin esperanza alguna razonable de que se dé lo que no es suyo á alguna de las partes, pues entonces el sumo sacerdote Cristo Jesus será al mismo tiempo Rey sobre toda la tierra... y uno solo será el Señor, y uno solo será su nombre‡.

343. Habrá ciertamente leyes así eclesiásticas como civiles, y unas y otras sapientísimas y proporcionadas á aquellos tiempos. Estas leyes, segun lo que podemos colegir de las Escrituras, serán pocas y claras, comprendiendo no obstante muchísimo en pocas palabras. Fuera de las que son de derecho natural, comprendidas en el decálogo, ó en las dos tablas de piedra escritas con el dedo de Dios vivo §, apenas se hallan en los Profetas, dos fundamentales

* Potestatem, et honorem, et regnum: et omnes populi, tribus, et linguæ ipsi servient. Dan. vii, 14.

↑ Ecce in justitia regnabit Rex, et principes in judicio præerunt. Et erit vir, sicut qui absconditur à vento, et celæt se à tempestate... Non vocabitur ultrà is, qui insipiens est, princeps: neque fraudulentus appellabitur major. — Isai. xxxii, 1, 2, et 5.

Rex super omnem terram :... Et erit... Dominus unus, et erit nomen ejus unum. - Zachar. xiv, 9.

§ Digito Dei (vivi). — Vide Deut. ix, 10.

y generales á toda la tierra, es á saber: la prohibicion espresa y absoluta de toda especie de armas y de todo egercicio militar, de que hablan Isaías y Miquéas, y de que se habla en el salmo xlv y lxxv, y la ley importantísima de que se habla en Zacarías cap. xiv, y en otros varios lugares de la Escritura, como acabámos de observar en todo el capítulo antecedente. A las cuales se puede añadir la que se halla en el mismo Zacarías: que vosotros ameis la verdad y la paz*. Si la verdad y la paz se viesen alguna vez en la tierra practicadas universalmente entre todos sus habitadores, ¿qué mayor felicidad se puede imaginar? Es verdad, que aora tambien tenémos esta ley; masno es lo mismo tener una ley que observarla: Sed pues hacedores de la palabra, y no oidores tan solamente, engañandoos á vosotros mismos. Yo hablo aquí principalmente de leyes bien observadas. Aunque en las Escrituras no se hallan otras leyes conocidamente propias de aquellos tiempos; me persuado no obstante, que para el buen órden y reglamento así en lo civil como en lo eclesiástico de todo nuestro orbe, conforme este se fuere poblando, saldrá de Sión la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén.

344. Sobre este testo: de Sión saldrá la ley, y la palabra del Señor de Jerusalén‡, y sobre su verdadera inteligencia ó sentido, veo, mi Cristófilo, que quedais no poco descontento. Volveis á insistir de nuevo en que se puede muy bien entender de la predicacion de los Apóstoles de Jesucristo, que salió de Sión y de Jerusalén, y de allí se propagó por toda la tierra. A lo cual os respondo en breve, que es cosa bien facil sacar ó arrancar una cláusula de la Biblia sagrada, y habiéndola separado enteramente de todo cuanto la precede y la sigue, acomo

Veritatem tantùm et pacem diligite-Zachar. viii, 19.

+ Estote autem factores verbi, et non auditores tantùm, fallentes vosmetipsos. Ep. Jacob. i, 22.

Exibit lex, et verbum Domini de Jerusalem. - Isai. ii, 3.

darla luego al suceso que se quiere: mas si esta misma cláusula se considera unida estrechamente con las que la preceden y la siguen, como será posible salir de este empeño con honor? Si el testo de que hablámos lo mirais atentamente con todo su contesto, así en Isaías capítulo ii, como en Miqueas capitulo iv (donde únicamente se halla) con esta sola diligencia estoy cierto, sin quedarme sospecha de duda, que os vereis como precisado á poner la mano sobre la boca*.

345. Lo mismo digo de tantos otros lugares de la Escritura santa, sobre los cuales os quejais del mismo modo de que yo no quiera entenderlos de la primera venida del Mesías (tan gloriosa decís para el mismo Señor) sino que todo, ó casi todo se deba en mi sistema enderezar inmediatamente á la segunda. ¡O Cristófilo mio! permitidme que os diga, siquiera por esta vez, que vuestros lamentos son injustos. Lo que hay cierto en las Escrituras perteneciente á la primera venida del Señor, lejos de querer usurparlo para la segunda, lo he propuesto, lo he esplicado, lo he confesado y aclarado en varias partes de esta obra, conforme ha ocurrido y sido necesario; pues no creo menos, ni venero, ni amo menos esta primera venida, que la segunda que esperámos, siendo ambas venidas dos artículos esenciales y fundamentales del verdadero Cristianismo. Si despues de esto pretendeis todavia, que yo entienda ó acomode aunque sea violentísimamente á la primera venida del Señor y á la Iglesia presente, aun aquello mismo que veo y palpo, que habla de la segunda, en esto sí que no puedo ceder, sin hacer una gravísima injuria á la verdad conocida, y por consiguiente á la veracidad de Dios. Por tanto, me admiro con grande admiracion↑ de ver los grandes é inútiles esfuerzos que procurais hacer, no digo para negar, sino para prescindir absolutamente de esta verdad de Dios, que ya conoceis, no

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menos que yo: lo cual infiero evidentemente de vuestras pretensiones, y mucho mas de la ineficacia y aun frialdad estrema de vuestros argumentos. De manera, que sin alguna razon ni fundamento alguno, sino solamente porque así conviene á vuestro debilísimo sistema, quisierais que todos prescindiéramos del sentido literal, claro y palpable de innumerables escrituras: y que en lugar de este verdadero sentido, recibiésemos otro puramente acomodaticio, y nos contentásemos con él. Mas esto, ¿como se puede hacer? No repugna al sentido comun? ¿No lo prohiben todas las leyes naturales, divinas y humanas? No lo prohibe espresamente el Concilio Tridentino, Sesion cuarta?

CAPITULO XIV.

FIN DE LOS MIL AÑOS DE QUE HABLA S. JUAN: SOLTURA DEL DRAGON: CAUSAS DE ESTA SOLTURA Y SUS EFECTOS.

PARRAFO I.

346. HEMOS llegado finalmente á la última, ó diremos mejor á la penúltima época del globo que habitámos. Dije penúltima época, porque despues de esta que vamos á considerar aora, nos queda todavia otra realmente eterna, despues de la cual no hay otra. Hasta los confines de esta época, mas sin tocarla, nos han acompañado y ayudado infinito casi todos los antiguos Profetas. De aquí para adelante no tenemos ya que consultarlos, porque todos nos abandonan. Todos terminan sus profecias en el reino de Dios y del Mesías su Hijo, aquí en nuestra tierra, sobre los vivos y viadores. Todos paran aquí, y ninguno pasa adelante: como si este reino ó juicio de vivos ó viadores, hubiese de durar eternamente: como si jamas hubiese de haber en ese reino alguna novedad digna de consideracion, ó alguna mudanza sustancial. A lo menos es ciertísimo, que sobre este punto particular nada se esplican: ni nos dejan alguna idea precisa y clara sobre el fin último de todos los vivos y viadores, ó de toda generacion y corrupcion.

347. Solamente el último de los Profetas canónicos, que es el apostol S. Juan, aquel discípulo á quien amaba Jesus, sigue hasta su último fin este hilo, ó esta grandísima cadena del misterio de Dios con los hombres; la sigue, digo, hasta la consumacion entera y perfecta del

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Discipulus ille, quem diligebat Jesus. Joan. xxi, 7.

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