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encogido...* porque no hay cosa alguna imposible para Dios... (porque) Fiel es el Señor en todas sus palabras, y Santo en todas sus obras...‡ (porque) es imposible, que Dios falte... § en suma: que él predijo el misterio de la vocacion de las gentes, con todos sus efectos buenos y malos que actualmente vemos plenísimamente verificados. ¿No basta la esperiencia de la veracidad de Dios en lo pasado, y en lo presente, para creerlo tambien en lo futuro?

* Usque ad perfectam diem... [quia] non est abbreviata manus Domini. Prov. iv, 18. et Isai. lix, 1.

↑ Quia non erit impossible apud Deum omne verbum. — Luc. i, 37.

[Quia] Fidelis Dominus in omnibus verbis suis : et Sanctus in omnibus operibus suis.-Ps. cxliv, 13.

§ [Quia] impossible est mentiri Deum. - Ad Hebr. vi, 18.

CAPITULO XI.

1

MEDIOS O PROVIDENCIAS ESTRAORDINARIAS PROPIAS DE AQUELLOS TIEMPOS, PARA CONSERVAR EN TODA LA TIERRA LA FE Y LA JUSTICIA.

PARRAFO I.

288. UNA fe y justicia tan grande y tan universal, anunciada tantas veces á la nueva tierra, y con espresiones tan magníficas en la escritura de la verdad, no puede ciertamente concebirse, sin algunos medios ó providencias nuevas, grandes, estraordinarias, así positivas como negativas y generales para todo el orbe. Cuando hablo de medios nuevos, no pienso por eso escluir del todo los que aora tenémos; mucho menos los que son de institucion divina, como los siete sacramentos, la gerarquía eclesiástica, la doctrina, los preceptos y consejos de Jesucristo, contenidos en los evangelios, la doctrina de los Apóstoles, y generalmente hablando toda la moral de las Escrituras. Estas cosas no hay duda que son suficientes, y mas que suficientes para nuestra perfecta santificacion, para aquel que usa de ellas legitimamente*; como lo han sido para tantos santos, ni faltarán jamás mientras hubiere viadores. Mas fuera de estos medios que aora tenemos en consecuencia de la muerte del Hombre Dios, de su resurreccion y de la efusion del Espíritu Santo, hallámos todavia otros en la Escritura santa que aora ciertamente no tenémos, y que están evidentemente reservados para el siglo venturo, ó para la nueva tierra que esperámos; así como tenémos aora tantos nuevos, que no tuvieron los antiguos,

Si quis ea legitimè utatur.— 1 ad Tim. i, 8.

pues jamás ha dado Dios en un solo tiempo todo cuanto puede dar.

289. Entre estos nuevos medios de que hablámos, el primero que se ofrece á nuestra consideracion es la presencia de Cristo mismo en nuestra tierra, no solamente como lo tenemos aora en el misterio todo de fe, ó en el sacramento de la Eucaristía (el cual sacramento ó misterio, ó sacrificio incruento, no faltará en aquellos tiempos), sino tambien en su propia presencia y magestad, como está aora en los cielos. Estos dos modos de la presencia real de Jesucristo, como diversísimo entre sí, los distinguen bastante bien los teólogos, á los que me remito. Pues esta presencia real y personal de Jesucristo, como sumo Sacerdote, como Rey 6 Juez universal de toda nuestra tierra, y la presencia tambien de sus santos ya resucitados, como jueces ó cooreinantes, no puede menos que producir grandes y maravillosos efectos en toda la tierra, y llenarla toda, como anuncia Isaías de la ciencia del Señor, así como las aguas del mar, que la cubren *.

290. Es bien creible y algo mas que verosimil, que el benigno y humanísimo Rey (y á su egemplo todos sus santos) se deje ver algunas veces de los viadores, ya en una, ya en otra parte de la tierra, ya de una persona, ya de muchas; y esto, ó por vision corporal en su propia persona, ó á lo menos, por aquella especie de vision no menos clara y cierta, que llaman los místicos imaginaria, como aun aora lo ha hecho tantas veces, segun nos dicen las historias fidedignas de muchísimos santos. Estas apariciones, ó del uno ó del otro modo, parece que serán mucho mas frecuentes en aquellos tiempos. La esperiencia de lo que sucedió en todo el tiempo que el Señor estuvo en nuestra tierra despues de resucitado, nos enseña bien, y nos da á conocer su carácter propio y natural, que no puede jamás mudar. En aquellos cuarenta dias apareció muchas veces ya á uno solo, y á dos, ya á los once Apóstoles, ya tambien como añade

* Sicut aquæ maris operientes. — Isai. xi, 9.

S. Pablo, despues fué visto por mas de quinientos hermanos estando juntos, &c. De los santos que resucitáron entonces con Cristo nos dice S. Mateo, que despues de su resurreccion apareciéron á muchos : (estas son sus palabras): saliendo de los sepulcros despues de la resurreccion de él, viniéron á la santa ciudad, y apareciéron á muchos t. No dice el evangelista, que esto sucedió en el mismo dia, ó mañana de la resurreccion de Cristo, y solo en aquel dia (como se han figurado tantos doctores, especialmente aquellos que les dan á estos santos resucitados la injusta y cruel sentencia de segunda muerte) solo dice simplemente, que estas apariciones sucedieron despues de la resurrecion de Cristo por las cuales palabras nos deja libres todos los cuarenta dias, en todos los cuales ó en muchos de ellos pudiéron haber sucedido: así como sucediéron las apariciones del mismo Cristo, apareciéndoseles por cuarenta dias §. Esta reflexion no es inútil, sino bien importante, contra los doctores de que acabámos de hablar, que hacen morir segunda vez á estos santos en la misma mañana de su resurreccion. Mas sea de esto lo que fuere, ¿Jesucristo y sus santos que han de venir con él, serán en el siglo venturo cuando vuelvan del cielo á la tierra, menos humanos, menos benignos, menos caritativos de lo que fueron aquel poco tiempo que estuvieron en nuestra tierra, antes de subir á los cielos?

291. El segundo medio, aunque negativo, no por eso será menos conducente: quiero decir, la ausencia del dragon, que se llama diablo y Satanás, que engaña á todo el mundo ||; el cual en aquellos tiempos estará bien asegura

Deinde visus est plus quàm quingentis fratribus simul, &c.1 ad Cor. XV, 6.

+ Et exeuntes de monumentis post resurrectionem ejus, venerunt in sanctam civitatem, et apparuerunt multis. — Mat. xxvii, 53.

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Post resurrectionem ejus. Mat. xxvii, 53.

́§ Per dies quadraginta apparens eis — Actor. i, 3.

|| Qui vocatur diabolus, et Satanas, qui seducit universum orbem, - Apoc. xii, 3.

do en el abismo, atado estrechamente con una grande y fortísima cadena proporcionada á su naturaleza: cerrada y sellada la puerta de su cárcel para que no engañe mas á las gentes, hasta que sean cumplidos los mil años *. ΕΙ cual misterio se lee tambien en el cap. xxiv, de Isaías ver. 21, como observámos en otra parte. El gran bien que debe resultar á toda la tierra de la falta total de este enemigo, no necesita de gran ponderacion: basta considerar los infinitos males que ha hecho siempre en el mísero linage de Adán, desde el principio del mundo hasta hoy, los que hace al presente, y los que todavia debe hacer segun las Escrituras, hasta la venida del Señor; porque el diablo desde el principio peca+.

292. Juntamente con el dragon y sus ángeles faltarán del todo en la nueva tierra los que llama la Escritura pseudo-profetas por los cuales se entiende bien toda suerte de falsos maestros, de seductore de hipócritas iniquísimos, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas, y dentro son lobos robadores. Estos han sido en todos tiempos los principales instrumentos, ó los ministros tenebrosos de la potestad de las tinieblas. Estos han hecho á su príncipe conquistas admirables, que solo despues de vistas, se ha podido creer que eran posibles. Estos han hecho, hacen y harán en adelante, hasta la siega §, daños lamentables é irreparables así como está escritó, pues estos son, y no otros los que Jesucristo llama zizaña. Pues estos sin quedar sobre la tierra uno solo, juntamente con su príncipe y con toda suerte de ídolos (bajo cuyo nombre se comprende bien toda suerte de falsas religiones) faltarán absolutamente en aquellos tiempos (así como está escrito): Y será en aquel dia, dice el Señor de los egércitos: Borraré de la tierra los

* Ut non seducat ampliùs gentes, donec consummentur mille anni. Apoc. xx, 3.

+ Quoniam ab initio diabolus pecat. — Ep. 1; Joan. iii, 8.

↑ Qui veniunt ad vos in vestimentis ovium, intrinsecùs autem sunt

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