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edicion Maurina de las obras de San Agustin en su prólogo, como en él puede verse, ó en el del citado Padre Sabatier al tomo 2.0 de su Biblia, donde de aquel inserta y copia lo tocante á este punto.

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Si despues de todo lo dicho se ha de decidir la cuestion por para autoridad, será preciso bajar la cabeza y someterse á la de San Gerónimo, á quien ningun otro Padre puede disputar la mayoría en esta materia. Pero si protestando el mas sincero y humilde respeto y veneracion debida á tan gran Padre, y bajo la sombra de los otros Padres que no pensaron en esto como él, es lícito dejar toda autoridad aparte por ahora, y atender á las razones y documentos que se alegan en cosa de puro hecho como la que se trata; me parece que el exámen de los documentos y razones nos hará ver, que la equivocacion con que se dice haberse ingerido los tres versículos en el Salmo, es cuando menos muy dudosa: á no ser que resulte mas probable creer, que aunque ahora no se hallen en el original hebreo, ni se hallasen en los códices que usó San Gerónimo, son sin embargo y fueron siempre propios del

Salmo, como á algunos ha parecido.

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Tratemos primero de los documentos, que están reducidos á dos, el original hebreo y la version de los Setenta. La prueba que forman ambos es puramente negativa y al cabo quedan reducidos á uno solo, que es el hebreo; pues en cuanto á los Setenta, el mismo San Gerónimo en su segundo y mas diligente cotejo nos dejó intactos los tres versículos, como arriba observamos. Es cierto que en el hebreo ni ahora se leen, ni en tiempo de San Gerónimo se leían. ¿Pero esto qué prueba? Tampoco se lee el evangelio de San Mateo que se escribió en hebreo, y nadie por eso duda de su existencia. Y si una obra entera y tan importante pudo perderse original, conservándose la traduccion griega, porque Dios así lo dispuso; ¿por qué no podrá haber sucedido lo mismo con un fragmento tan pequeño como los tres versículos? Los que no han sido de la opinion de San Gerónimo lo achacan á malicia de los Judíos diciendo que los suprimieron porque no tuviésemos este argumento contra ellos; pero hablando de buena fe, son tantos los que nos dejaron sin este, que poco ó nada les podia aprovechar su supresion.

Es pues mas bien de presumir que se perderian por descuido de los copiantes: pérdida, que ademas de ser mucho menos considerable que la del evangelio de San Mateo, y estar tambien remediada con la traduccion griega, no era como aquella en el original total y absoluta, pues en otros Salmos se conservaban las mismas sentencias y palabras que en aquel se habian perdido, como lo descubrió San Gerónimo. Existe tambien un códice hebreo en que se hallan los tres versículos, así como existe otro del evangelio de San Mateo; pero en aquel como en este echan menos los críticos la pureza y propiedad del lenguage. Tampoco pues nos valdremos de su autoridad, ni nos hace falta; pues lo principal es, que si el único documento, y ese negativo, que se alega, no tiene fuerza concluyente en aquel caso, tampoco debe tenerla en este.

No son mas concluyentes que los documentos las razones, consideradas como tales y separadas de toda autoridad, como ya hemos dicho. Hasta el tiempo de San Gerónimo generalmente se creía que los tres versículos, aunque no se levesen en el hebreo, eran del Salmo: y buena prueba de esta general persua

sion es el argumento de Santa Eustoquio, muger tan instruida en las Santas Escrituras bajo la escuela de aquel gran Padre. El fundamento de la general opinion era bien sólido, porque se leían entonces en la version de los Setenta; y del mismo modo y con el mismo órden que en ella se leían, se veían alegados por San Pablo precisamente en seguida y á continuacion del que les antecede, y cuya autenticidad nadie disputaba. Allegábase á esto, que en los códices latinos mas antiguos que debian suponerse conservados por los cristianos con especial cuidado, y por consiguiente mas conformes con el primitivo original, se leían tambien : lo cual no sé que nadie niegue. De manera que si San Gerónimo no se hubiera visto obligado á buscar alguna solucion al argumento, que tanto lo inquietó, de su erudita y santa discípula, me parece que aquella general opinion no se hubiera alterado. Pero habló aquel gran Santo justamente respetado de todos por su sabiduría, presentó razones especiosas y nuevas; y el respeto debido á su autoridad impidió tal vez que se examinasen sus razones sin preocupacion, y sin desentenderse de la ocasion con

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que el Santo las habia esforzado, y del motivo principal que á ello le obligaba: que es lo que ahora intentamos hacer en obsequio de la verdad y de la Vulgata, y con el comedimiento y moderacion que la materia pide, especialmente con una opinion que tiene tal patrono.

La razon principal del Santo Doctor es, que como los escritos de San Pablo estén frecuentemente entretegidos de sentencias de la Escritura tomadas de varios lugares; los poco expertos, no sabiendo de dónde habia tomado el Apóstol aquellos tres versículos, ni pu diendo absolutamente dar en ellos, y viéndolos puestos á continuacion del versículo 5. del Salmo 13, luego creyeron ser los versículos 6.", 7.o y 8.o del mismo Salmo, y los colocaron en él sin mas exámen. Dura cosa es á la verdad, que en los cuatro siglos que mediaron desde que escribió San Pablo hasta el tiempo en que floreció San Gerónimo, no hubiese habido en la Iglesia, cuando tanto se estudiaban las Santas Escrituras, quien atinase con las fuentes donde el Apóstol habia bebido aquellas sentencias y que ya que se señaló una equivocada, nadie hasta entonces hubiese advertido tal error. Mas

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