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do no comprende, y que hasta á veces interpreta muy mal, pero de los que en cambio los Santos se muestran muy celosos, por ser uno de los medios mas á propósito para amortiguar los instintos egoistas: uno de estos hechos es la práctica que observó constantemente el V. P. Rodriguez en besar los piés á los de la casa todos los viernes, y en ser el primero en todos los ejercicios humildes. Presentaba un expresivo cuadro aquel hombre á quien aplaudian entusiasmados sus discípulos durante el tiempo que ejerció la cátedra en Monterey, á quien escuchaban como á un oráculo cuando resolvia casos en la casa profesa de Valladolid, á quien admiraban y respetaban en Roma los Padres de la Congregacion general, hallarle en la cocina con un estropajo fregando los platos, barriendo las piezas del colegio, y recogiendo la basura.

El trato del P. Alonso era afable y risueño, y respiraba la tranquilidad que rebosa constantemente el corazon puro y bañado en la caridad de Cristo nuestro Señor; su comida era excesivamente frugal, no tomando de ordinario en la cena otro alimento que un insulso brebaje semejante á aquellos que suelen ejercitar la paciencia de los enfermos; su vestido era una sotana raida y un manteo cubierto de polilla; sus muebles consistian en una mesa formada de tablas carcomidas, en unas sillas viejas, unos estantes con los libros indispensables, una pobre cama, dos ó tres imágenes de papel, una cruz y un rosario de madera sin mas engarce que un cordon de hilo comun.

Aunque la vida del P. Rodriguez no presenta muchos episodios, pues procuraba ocultar siempre sus actos de heroismo, no deja sin embargo de ofrecer algun incidente que vamos á reproducir para edificacion de sus admiradores.

Era tal su abstraccion de las cosas del mundo, que segun refieren las biografías, teniendo en cierta ocasion necesidad de hablarle la señora duquesa de Béjar, no pudo conseguirlo, y tuvo que interponer la autoridad del Padre Provincial para lograr su objeto : bajó á la iglesia por obedecer, escuchó lo que se le consultaba, respondió muy brevemente, y se volvió á su encierro.

Vino en otra ocasion à visitarle el Marqués de Priego, mientras el siervo de Dios estaba rezando; mandósele recado de la llegada del señor Marqués, pero Alonso sin dar respuesta continuó su rezo, y luego de acabado este, le recibió diciéndole que estaba hablando asuntos muy importantes con otro señor de rango mas elevado.

No deja de ser tambien bastante singular lo que se cuenta del Padre siendo rector en Montilla. Servia en casa algunos años habia un seglar; y á esta clase de domésticos, en casas especialmente de noviciado, no se les permitia la entrada sino muy rara vez en el interior del colegio. Estando de visita el Provincial, encargó al mozo cierto negocio de algun interés que supo desempeñar perfectamente: agradecido el Padre le dijo que pidiese la gracia que deseaba. «El mayor favor que puede << hacerme vuestra paternidad, le respondió, es proporcionarme el gus<<to de saludar al Padre Rector; pues como se está siempre metido en << su celda, en tres años que vivo en el colegio no he tenido ocasion de << verle.» Semejante respuesta no pudo menos de chocar al Padre Provincial.

Despues de mucho tiempo de habitar un colegio solia ignorar la disposicion de la casa; de suerte que si alguna vez le era preciso pasar á alguna pieza distante de su aposento, necesitaba de guia para no perderse en el camino, sucediéndole á veces con esto algunos lances bastante originales. Cuando hacia ya algunos años que vivia en la casa profesa de Sevilla, encontráronle cierto dia enredado entre los corredores de la casa sin saber por qué parte dirigirse para acertar con la guardaropía.

De vuelta de Roma el P. Rodriguez, y en muestra de que no habia escrito su célebre obra EJERCICIO DE LA PERFECCION, para legar á la posteridad un nombre ilustre, díjole el editor que este libro estaba obteniendo una aceptacion admirable.-«Lo que importa, dijo, no es saber << si ha obtenido grande aceptacion, sino si ha producido grande fruto.>> Léese del P. Rodriguez que su silencio en tratar de su persona y acciones fue el mayor que se puede imaginar; jamás desplegó sus labios ni alabándose ni humillándose, porque daba poco valor á las humillaciones de palabra, pues segun dice en sus obras, estas humillaciones son anzuelos para pescarse aplausos.

Por lo que acabamos de decir, podrá ya comprenderse cuál seria constantemente la vida edificante del V. Alonso. Al cumplir los ochenta y ocho años, se hallaban sus fuerzas tan gastadas por sus muchos trabajos y achaques, que débil y enfermo tuvo que rendirse en el lecho y pasar en él los dos años que le restaban durante este tiempo recibió todos los dias la sagrada Comunion, y no perdonó jamás ninguno de los rigores que le permitia su estado. Diciéndole un Padre que se moderase

L

en castigar su cuerpo, pues no tenia ya fuerzas para ello, le respondió con una sentencia digna de un gran maestro de espíritu.-No olvideis jamás, hermano, que el dia que se pasa sin trabajar, bien puede contarse entre los muertos.

Despues de haber recibido con extraordinaria devocion los santos Sacramentos, pasó á mejor vida en 21 de febrero de 1616, á los noventa años de su edad y setenta de religion, despues de mucho tiempo que habia ya hecho los cuatro votos solemnes.

Su entierro fue un verdadero triunfo : habiendo en él todas aquellas demostraciones con que el pueblo acostumbra á celebrar las exequias del que ha muerto en opinion de santidad. Acudieron todas las clases de la sociedad; el clero, la nobleza, el pueblo, todos le aclamaban como á Santo, todos le besaban los piés, procuraban hacerle tocar rosarios y alcanzar reliquias, atreviéndose algunos con piadosa violencia á despojar de parte de sus vestiduras al venerable cadáver, siendo tenido en veneracion un retrato que se encargó á un famoso pintor.

Cuéntanse de este venerable Padre algunos hechos milagrosos obrados por sus reliquias, que no nos es dable referir por extenso en esta breve biografía. Refiérese entre otros que habiendo un devoto solicitado y logrado entrar en la bóveda en que yacian los restos del venerable Padre, penetró en ella çon ánimo de tomar alguná reliquia de su cuerpo que creia ya descompuesto; hallóle sin embargo entero y sin la menor corrupcion; pero no desistiendo de su empeño por esto, se atrevió á cortarle un dedo, de cuya herida vió salir tanta sangre, que dejó enteramente mojado un lienzo con que queria restañársela.

El concepto que de la extraordinaria virtud del P. Alonso Rodriguez podemos hacer, es el que hacia un auditor de la Rota, quien pidiéndole algunos Padres de la Compañía que se sirviese activar los trabajos para la beatificacion del P. La Puente, contestó: -¿Por qué no me piden Vds. otro tanto en favor del P. Rodriguez?-Tal es la idea que hombres respetables se han formado de las virtudes de nuestro P. Alonso, la misma que podemos formarnos todos mientras no resuelva otra cosa la autoridad del Vicario de Jesucristo nuestro Señor.

TAYL CA

DEDICATORIA DEL AUTOR.

▲ los religiosos de la Compañía de Jesús.

El bienaventurado san Gregorio, siendo rogado que escribiese á ciertos monasterios de monjes algunos avisos y recuerdos espirituales, responde en la epístola 27 del libro 6.o del registro, excusándose diciendo: «Los religiosos, que por la gracia de la compuncion y de la oracion, tie<<nen dentro de sí la fuente de la sabiduría, no tienen necesidad de ser <<regados de fuera con las gotillas pequeñas de nuestra sequedad. Co<<mo en el paraíso terrenal no hubo lluvia, ni era menester, porque una <fuente que salia de en medio de él lo regaba todo y lo tenia verde, fres<< co y hermoso, así el religioso que está en este paraíso de la Religion, << y tiene interiormente dentro de sí esta fuente de la oracion y de la com<< puncion, no tiene necesidad de nuestros riegos, porque eso le bastará << para conservar siempre en su alma la frescura y hermosura de las vir<<tudes.>> Con mucha mayor razon me pudiera yo excusar con vuestras reverencias, á quien el Señor ha hecho merced de plantar en este paraíso de la Compañía de Jesús, y regarlos, y regalarlos en él con el riego de la oracion mental que cada dia tenemos conforme à nuestra regla é instituto, la cual con razon compara tambien san Juan Crisóstomo en un tratado que hace de la oracion à una fuente en medio de un jardin, que todo lo tiene verde y vistoso. Mas esto fuera si yo pensara que habia de decir cosas nuevas que no supiesen y ejercitasen cada dia vuestras reverencias; pero mi intento en esta obra no es sino refrescar y traer á la memoria lo que todos muy bien saben y ejercitan, que es conforme à lo que nuestro bienaventurado Padre nos dice en las Constituciones (1), que para esto quiere que haya quien cada semana, ó á lo menos cada quince dias, en pláticas espirituales y exhortaciones públicas (1) Part. 3 Const. c. 1, § 28.

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