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existentes, y en estado de recibir todos á un mismo tiempo el golpe de cierta piedra, que debe caer sobre ellos, y hacerlos polvo. Este es, señor mio, el gran trabajo, la gran dificultad, el sumo embarazo. Lo que hasta aquí hemos visto y observado, es realmente nada, respecto de lo que queda.

SEGUNDA PARTE DE LA PROFECIA.

Caida de la piedra sobre los pies de la estátua, y fundacion de otro nuevo reino sobre las ruinas de todos.

PARRAFO VII.

35. No me hubiera detenido tanto en esta primera parte de la profecía, si no viese la necesidad que hay de su plena inteligencia para la inteligencia plena de la segunda parte, que es la que hace inmediatamente á nuestro propósito. Mas en los dias de aquellos reinos el Dios del cielo levantará un reino, que no será jamas destruido, y este reino no pasará á otro pueblo: sino que quebrantará y acabará todos estos reinos: y él mismo subsistirá para siempre*. Este último reino, dice la profecía, lo fundará establemente cierta piedra desprendida de un monte, sin manos: esto es por sí misma, sin que ninguno la desprenda, ni le dé movimiento, impulso y direccion, la cual bajará á su tiempo directamente contra la estátua, le dará el mas terrible golpe que se ha dado jamás, no en la cabeza, ni en el pecho, ni en el vientre, pues allí ya no estará el reino ó el imperio, sino en sus pies de hierro y de greda, á donde actualmente se hallará todo, habiendo ido bajando de la cabeza al pecho, del pecho al vientre, del vientre á las piernas y pies. Al primer golpe los quebrantará, y aun los hará polvo: cuando

* In diebus autem regnorum illorum suscitabit Deus cœli regnum, quod in æternum non dissipabitur, et regnum ejus alteri populo non tradetur: comminuet autem, et consumet universa regna hæc : et ipsum stabit in æternum. - Dan. ii, 44.

sin mano alguna se desgajó del monte una piedra (dice Daniel): é hirió á la estátua en sus pies de hierro, y de barro, y los desmenuzó. Entónces, al mismo golpe de la piedra, sin ser necesario repetir otro golpe, todo el coloso vendrá á tierra, reduciéndose todo á una como leve ceniza, que desaparecerá con el viento: Entonces fueron asímismo desmenuzados el hierro, el barro, el cobre, la plata, y el oro, y reducidos como á tamo de una era de verano, lo que arrebató el viento; y no parecieron mas: y la piedra misma que dió el golpe, se hará al punto un monte tan grande que ocupará toda la tierra; pero la piedra que habia herido la estátua, se hizo un grande monte, é hinchió toda la tierra*. Este es el hecho anunciado en la profecía. Véamos aora la esplicacion.

36. Todos los intérpretes de la Escritura, en cuanto yo he podido averiguar, dan por cumplida plenamente esta profecía y verificado este gran suceso. Todos suponen citándose por toda prueba los unos á los otros, que la piedra de que aquí se habla ya bajó del monte siglos há. ¿Cuando? Cuando bajó del cielo á la tierra el Hijo de Dios... que fué concebido por el Espíritu Santo y nació de santa María Virgent. Esta encarnacion del Hijo de Dios de María Virgen por obra del Espíritu Santo, quieren que signifique aquella espresion, sin mano alguna se desgajó del monte una piedra...esto es (dicen) sin consorcio de varon, que hirió ya la estátua, y la convirtió toda en polvo y ceniza. ¿Cuando? Cuando con su doctrina, con su pasion, con su muerte de cruz, con su resurreccion, con la predicacion del evangelio, &c. destruyó el imperio del diablo, de la idolatria y del pecado. Suponen que la misma piedra comenzó entonces á crecer, y poco poco ha ido creciendo tanto, que se ha hecho un monte de una desmesurada grandeza, y ha llenado casi toda la tierra. ¿Qué

á

* Lapis autem qui percusserat statuam, factus est mons magnus, et implevit universam terram. - Dan. ii, 35.

+ Et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine. — Vide Conc. Constantinop.

TOMO I.

monte es este? No es otro que la Iglesia cristiana, la cual es el quinto y último reino de la profecía, incorruptible y

eterno.

37. No se puede negar que todo está bien discurrido. Aquí podeis ya ver con vuestros propios ojos, lo que os decía al principio, esto es, la verdadera razon que ha obligado á nuestros doctores á dar al imperio romano el cuarto lugar en el órden de los reinos que figura la estatua. Mas yo no quiero ya reparar en esto, dejándolo todo á vuestras reflexiones, pues me llama toda la atencion otra cosa que hallo aquí, mucho mas admirable y digna de reparo: quiero decir, el salto repentino y prodigioso que veo dar en un momento desde lo material hasta lo espiritual. Sobre este salto tan repentino se me ofrecen naturalmente dos dificultades, cuya solucion no se halla en los doctores, ni me parece posible hallarla á lo menos del modo que la habiamos menester: no cierto porque no vean dichas dificultades, ni porque no den muestras de querer resolverlas; sino porque su respuesta me parece, como de una persona que habla entre dientes, ó con voz tan baja, que no es fácil entender lo que quiere decir.

PRIMERA DIFICULTAD.

38. Si la piedra de que habla la profecía se desprendió ya del monte, y cayó ó bajó sobre esta nuestra tierra en tiempo de Augusto, debió haber bajado ó caido, directa ó indirectamente sobre los pies y dedos de la grande estátua, y desmenuzarlos á ellos en primer lugar: porque esta circunstancia de la profecía, tan particular y tan ruidosa, debe significar algun suceso particular. Se pregunta, pues, ¿qué pies y dedos pueden ser estos, parte de hierro y parte de greda que habia en el mundo en tiempo de Augusto, ó sea en el mismo imperio romano, ó en el imperio del diablo, los cuales quebrantó la piedra con su golpe?

SEGUNDA DIFICULTAD.

39. Los cuatro metales de la estátua, oro, plata, bron

ce, y hierro, ¿figuraban cuatro reinos solo metafóricos ó espirituales, ó cuatro reinos materiales, corporales, visibles, que fisicamente habian de aparecer en el mundo? Si lo primero: ¿para qué nos cansamos, y se han cansado tanto los doctores en buscar estos reinos entre los Caldeos, Persas, Griegos y Romanos? No ha sido este un trabajo ¿ perdido? Si lo segundo: á estos reinos materiales, corporales, visibles, de que solamente se habla, debia haber quebrantado y desmenuzado ya la piedra; no á reinos metaforicos y espirituales de que no se habla: quebrantará y acabará todos los reinos, dice la profecía hablando de la piedra, y luego añade: quebrantará el hierro, el barro, el cobre, la plata, y el oro. Parece un modo de esplicar la santa Escritura bien facil y cómodo: tomar la mitad de un testo en un sentido, y la otra mitad en otro tan diverso y distante, cuanto lo es el oriente del occidente. Mientras se responde á estas dos dificultades de algun modo, siquiera perceptible, yo voy á satisfacer á otra, 6 á mostrar el equívoco en que se funda.

EXAMEN DE LA PIEDRA.

PARRAFO VIII.

40. La piedra de que habla esta profecía, nos dicen con suma razon, es evidentemente el mismo Jesucristo hijo de Dios é hijo de la Vírgen. Del mismo modo es evidente, que esta piedra preciosa ya bajó del monte, ó del cielo, al vientre de la virgen en el siglo de Augusto, cuando el imperio romano estaba en su mayor grandeza y esplendor. Del mismo modo es evidente, que en consecuencia de esta bajada, en el vientre de la virgen, aunque no luego al punto, como parece que lo da á entender la profecía, mas poco a poco se ha ido arruinando el imperio del diablo, el á cual estaba en los imperios de los hombres, y era sostenido por ellos. Con lo cual tambien es evidente que poco á poco ha ido creciendo la misma piedra, y ha llenado casi todo el mundo por medio de la predicacion del evangelio, y establecimiento del cristianismo. Todo esto en sustancia

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es lo que anuncia esta grande profecía ya cumplida, y no tenemos otra cosa que esperar, ni que temer en ella. Todo esto en sustancia, es tambien lo que se halla en los intérpretes de la Escritura: y á este solo sofisma se reduce todo su modo de discurrrir.

41. La piedra de que habla esta profecía, se responde, es evidentemente el mismo Mesías Jesucristo, hijo de Dios é hijo de la Vírgen. Esta proposicion general es cierta é indubitable. Mas como todos los cristianos sabemos y creemos de la misma persona de Jesucristo, no una sola, sino dos venidas infinitamente diversas, para no confundir lo que es de la una, con lo que es de la otra, tenemos una regla cierta é indefectible dictada por la łumbre de la razon, y tambien por la lumbre de la fe: es á saber, que si lo que anuncia una profecía para la venida del Señor no tuvo lugar, ni lo pudo tener en su primera venida, lo esperamos seguramente para la segunda, que entónces tendrá lugar, y se cumplirá con toda plenitud. Todo esto, pues, que nos dicen, de que la piedra, esto es, Cristo, bajó ya del cielo, al vientre de la Virgen, que predicó, que enseñó, que murió, que resucitó, que alumbró al mundo con la predicacion del evangelio, que poco á poco ha ido destruyendo en el mundo el imperio del diablo, &c.: todo esto es cierto é innegable: lo creemos y confesamos todos los cristianos, penetrados del mas vivo reconocimiento; mas todo eso pertenece únicamente á la venida del Mesías, que ya sucedió. Fuera de esta esperamos otra no menos admirable, en la cual sucederá infaliblemente lo que á ella solo pertenece, y está anunciado para ella clarísimamente y entre otras cosas sucederá en primer lugar todo lo que anuncia esta grande profecía, que actual

mente observamos.

42. Del Mesías, en su primera venida, se habla claramente en muchísimos lugares de la Escritura, y en ellos se anuncia su vida santísima, su predicacion, su doctrina, sus milagros, su muerte, su resurreccion, la perdicion de Israel, y la vocacion de las gentes, &c. Mas no, no es preciso

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