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nerse de Cervantes que el ofrecérnoslo como teólogo. Hablar ó escribir de Cervantes como teólogo es empequeñecer su genio; es poner de manifiesto nuestra propia insuficiencia; es confundir lastimosamente las creencias y sutilezas de algunas individualidades con las opiniones y tendencias generales de la humanidad.

¿Hubiera sido posible para un teólogo, ó para úno que tuviera sangre de teólogo en sus venas, escribir lo siguiente en la capital de España en 1605?

«Pareceme, señor cauallero andante, que vuestra merced ha profesado vna de las más estrechas professiones que ay en la tierra: y tengo para mí, que aun la de los frayles cartuxos no es tan estrecha. Tan estrecha bien podía ser, respondió nuestro don Quixote; pero tan necessaria en el mundo, no estoy en dos dedos de ponello en duda. Porque si va a dezir verdad, no haze menos el soldado que pone en execucion lo que su Capitan le manda, que el mesmo Capitan que se lo ordena. Quiero dezir, que los religiosos, con toda paz y sosiego, piden al cielo el bien de la tierra: pero los soldados y caualleros, ponemos en execucion lo que ellos pidē, defendiendola con el valor de nuestros braços, y filos de nuestras espadas. No debaxo de cubierta, sino al cielo abierto, puestos por blanco de los insufribles rayos del sol en el Verano, y de los erizados yelos del invierno. Assi, que somos ministros de Dios en la tierra, y braços por quien se executa en ella su justicia.» (1)

(1) Edicion de 1605 por Juan de la Cuesta: capitulo XIII: segunda parte de D. Quixote de la Mancha: fol. 48.

Ahora bien; si es cierto que todo el anterior pasaje se suprimió por completo en la edición de Lisboa de 1605, ¿qué significa, pregunto, esa supresión? ¿No demuestra que los padres del Santo Oficio de Lisboa eran teólogos escolásticos, y que Cervantes seguramente no lo era?

Bástame lo anterior por ahora á mi propósito. Dejaré sentado, sin embargo, que es chistoso eso de que un teólogo de Toledo se esfuerce en hacer también teólogo á Cervantes á todo trance.

El difunto Lord Campbell, cuando era Gran Canciller de Inglaterra, estampó un libro para probar que Shakespeare fué jurisconsulto. El Canónigo Wordsnvth (otro amable teólogo) escribió una obra para patentizar lo mucho que Shakespeare se inspiró en las Santas Escrituras, y mejór hubiera desempeñado su tarea este ingenioso autor si hubiese manifestado, como pudo haberlo hecho, cuánto debe el pueblo inglés á su eminente escritor para la mejor interpretación de los libros sagrados. Otro entusiasta, un doctor en Medicina, J. C. Bucknill, redactó un tratado para demostrar que Shakespeare era médico y un maestro en Psicología, y á la verdad que en esto último no iba descaminado. Ist, admirador también de nuestro egregio vate nacional, y de oficio impresor, ha procurado hacer perito á Shakespeare en el arte tipográfico. Y últimamente, un escocés piensa espetarnos un libro, que está preparando para evidenciar que Shakespeare debió ser escocés en vista del profundo conocimiento que de la Escocia tiene, y que sólo un natural de aquel país ha podido escribir el Macbeth.

Pero ¿de qué sirven tales agudezas? Tengo para mí que de nada.

Todos los anteriores trabajos y otros análogos, son forzados, y, por consecuencia, absolutamente estériles. Ni honran á los grandes ingenios, ni reportan ningún beneficio á la buena literatura. Si no se emprendieran jamás, se habría de agradecer múcho.

Savile Club,
London,

Nov. 26 1872.

ALEJANDRO J. DUFFIELD.

AUMENTOS Y CORRECCIONES,

Ó

(LO DIRÉ EN LATÍN PARA QUE MEJÓR SE ME ENTIENDA, Y Á FIN DE UNIFORMAR ESTE ENCABEZAMIENTO

CON EL TÍTULO DE LA OBRA:)

ADDENDA ET CORRIGENDA.

Página XIX, Prólogo.-Por las razones allí expresadas, doy cabida aquí á la siguiente escandalosa noticia que copio del libro cuyo título, capaz de indignar al hombre más flemático, dice así:

EXPOSICIÓN

QUE

AL EXCMO. SR. MINISTRO DE ULTRAMAR

DIRIGE

el ex-subintendente de Hacienda de la provincia
de Santiago de Cuba,

D. CARLOS CUERVO ARANGO,

con motivo de la causa criminal que à pretexto de desacato se le ha seguido é petición del Intendente D. Eduardo Castro y Serrano, y cesantía que se efectuó con este motivo, siende Ministro de Ultramar el SR. SUÁREZ INCLÁN.

A la citada exposición, para probar lo injusto de la causa, acompaña el fallo de sobreseimiento por la Audiencia de la Habana; y para probar asimismo que la cesantía sólo obedeció á consigna y trama fraguada por los defraudadores del Estado, acompaña también los artículos de la prensa de todos los partidos políticos, y la documentación oficial con que todos estos datos prueban, no sólo haber organizado de su bolsillo particular servicios públicos, reconocidos por propios y extraños como modelos, sino que, de seguirse su sistema general de administración, se salvaría, para España, la situación de Cuba.

El pasaje aludido es del tenor siguiente, copiado al pie de la letra:

«Mi sistema, Excmo. Señor, que lleva por lema Claridad, Rapidez, Publicidad, suprimido que fué en la Aduana, dejó bien pronto sentir sus desastrosos efectos. V. E. sabe que con el cambio de Gobierno el año 81, á mí me mandaron de Jefe económico á la provincia de Santa Clara, y el que en la Inspección me relevó, no tardó muchos días en ir á dormir al castillo de la Cabaña, como el Contador de la Aduana sigue aún viviendo en la Cárcel nacional de la Habana. Las defraudaciones escandalosas, Excmo. Señor, descubiertas con este motivo en aquella Aduana, son del dominio público. ¿Y habrá un solo hombre honrado, Excmo. Señor, que piense que con el sistema establecido por mí, se hubieran podido hacer semejantes defraudaciones?-Nó y mil veces nó, Excmo. Señor.

>>Los defraudadores y malos empleados, de común acuerdo en Cuba y Madrid, al ver el cambio de Gobierno, se aprovecharon de la favorable situación para que, quedándome yo, como en Matanzas, también sin camisa, pues todo lo había gastado en los servicios de la Aduana y Resguardo, trasladándome á Santa Clara, y con menos categoría, se dejaba á la nueva situación libre y expedita para obrar; puesto que mi sistema, no obstante cuanto fundadamente se dice al núm. 32, folio 64, letra P, jamás hasta ahora ha contado aún con la aprobación del Gobierno Supremo, y por consecuencia en Cuba, sólo lo adopta el que, como yo, ha preferido quedarse desnudo, á que se defraude al Estado, y se pongan inconvenientes intencionales á los servicios públicos.

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