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cuál es ese lugar de la Mancha en que morara Alonso Quijano el Bueno, y de cuyo nombre no quería acordarse su cronista. Mas ántes, necesitamos recorrer otra senda á fin de mejór poder acercarnos al término de nuestro viaje.

Sabido es que dentro del texto del Quijote se contemplan ingeridos muchos versos, algunos de los cuales han sido impresos como prosa, esto es, no sacados apárte, por haber pasado inadvertida semejante circunstancia á la perspicacia de sus editores; pero en lo que no se ha hecho alto, que yo sepa, es en que, muchos de los capítulos de esa producción inmortal, comienzan por alguna locución proverbial ó frase sentenciosa, comúnmente rimada, si nó ya en uno ú otro concepto, entresacada de alguno de tantos romances populares como entonces estaban á la orden del día, todos ellos probablemente conocidos de Cervantes, y de no pocos de los cuales podría ser autor, como de alguno de los mismos hemos tenido ocasión ya de presumirlo. En prueba de lo acabado de exponer, basta pasar la vista por los capítulos 4.o, 7.o, 12.o y 36.o de la primera parte, que empiezan, respectivamente, aquél, La del alba sería, y esos tres últimos, Estando en esto; y, tocante á la segunda parte, los capítulos 9.o, 25.o, 26.o, 28.o, 29,o y 53.o, cuyo principio relativo es:

Media noche era por filo;

No se le cocía el pan á Don Quijote;
Callaron tódos, tirios y troyanos;

Cuando el valiente huye, la superchería está descubierta;

Por sus pasos contados y por contar; y

Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado, es pensar en lo excusado.

Pues bién, el principio de la narración de este drama social conocido por la denominación de Don Quijote de la Mancha, es cabalmente un verso del romance antiguo que lleva por título El Amante apaleado, y cuyo contexto, por lo chistoso, así como por lo poco ó nada conocido que podrá ser para alguno de mis lectores, procedo á copiar en su integridad. Dice así:

Un lencero portugués
recién venido á Castilla,
más valiente que Roldán
y más galán que Macías,
en un lugar de la Mancha,
que no le saldrá en su vida,
se enamoró muy despacio
de una bella casadilla
que, vendiéndole rüán
para faldas de camisa,
una tarde le contó
sus amorosas fatigas.
Escuchábaselas ella

ni muy falsa ni muy fina,
que es gran alcahuete un fardo
de holanda é hilo de pita.
Derretido el portugués

al sol de su hermosa vista,
á cada vara que mide
un palmo le daba encima.

Alabábale su tierra,
su nación, su fidalguía,
su música, sus regalos,
su espada en Africa limpia,
prometiéndole en efecto
las especias de las Indias,
los olores de Lisboa

y los barros de la China.
Hicieron los dós concierto
que en aquella noche misma,
si el marido fuese al campo,
campo franco le daría.
Quedóse en casa una pieza
de ruán y holanda rica
en rehenes de la junta
de Portugal y Castilla.
Era la villana astuta,
y el manchego de la vida,
y, en saliendo el portugués,
hablaron de su desdicha;
y, visto bién el proceso,
condenáronle en revista
en perdimiento de bienes
para gastos de Justicia,
y á dos docenas de palos
con la tranca de una encina,
guardándole la cabeza
á honor de su fantasía.
A dos horas de la noche
se escondió la bella Cintia,
cuando el portugués y el cielo
de bayeta se cubrían;
tomó su espada y guitarra,
y entre una y otra requinta
á suspiros fué templando
desde el bordón á la prima.

Puesto en la calle, mirando
á la ventana de arriba,
á su dama reconoce,
que le cecea y le silba;
y entonando la garganta,
suspiros y voz caminan
al aire, y á quien también
le escucha muerta de risa:
"Afora, afora Rodrigo
el soberbo castejano,
acordársete debeira

de aquei tempo ja pasado,
quando te armé cavaleiro
no el altar de Santiago;
miña mai te deu las armas.
miño pai te deu el cavalo,
castejano malo,

el soberbo castejano.,,
Apénas esto acabó,

cuando á su mismo requiebro
por la calle abajo acuden
otros galanes del pueblo;
el úno era el sacristán,
que en otros pasados tiempos
de todo su pie de altar

le daba contíno el medio.
Renunciada la sotana

y echado al mundo el gregüesco

viene por la calle abájo

echando votos y retos.
Sus mismas pisadas siguen

el boticario y barbero,

que entrambos cantan romances de Belardo y de Riselo. Juntada, pues, la capilla, quiso el bonete priméro

en una ronca bandurria
cantar los presentes versos:
"Si siempre crecen así
tu desdén y mi pasión,
bien pueden cantar por mí
Kyrie eleisón.

Si de esta manera crece;
señora, tu disfavor,

y al mismo punto mi honor
se levanta y desvanece;
y si por amar así

no merezco galardón,
bien pueden cantar por mí
Kyrie eleisón."

El Barbero y Boticario,
que al Sacristán conocieron,
en dos guitarras templadas
esparcen la voz al viento.
"Zagaleja del ojo rasgado,

vénte á mí, que no soy toro bravo;

vénte á mí, zagaleja, vénte,

que adoro las damas y no mato la gente.

Zagaleja del ojo negro,

vénte á mí, que te adoro y quiero.
Dejaré que me tomes el cuerno,
y me lleves, si quieres, al prado:
vénte á mí, que no soy toro bravo.“
Determinada la dama

ai concierto del marido,
entre los cuatro llamados
fué el portugués admitido;
bajó á la puerta y llamóle
por un pequeño resquicio,
y entonces él, victorioso,
cantando á los otros, dijo:

"Pois que Madalena

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