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darla luego al suceso que se quiere: mas si esta misma cláusula se considera unida estrechamente con las que la preceden y la siguen, ; como será posible salir de este empeño con honor? Si el testo de que hablámos lo mirais atentamente con todo su contesto, así en Isaías capítulo ii, como en Miqueas capitulo iv (donde únicamente se halla) con esta sola diligencia estoy cierto, sin quedarme sospecha de duda, que os vereis como precisado á poner la mano sobre la boca*.

345. Lo mismo digo de tantos otros lugares de la Escritura santa, sobre los cuales os quejais del mismo modo de que yo no quiera entenderlos de la primera venida del Mesías (tan gloriosa decís para el mismo Señor) sino que todo, ó casi todo se deba en mi sistema enderezar inmediatamente á la segunda. ¡O Cristófilo mio! permitidme que os diga, siquiera por esta vez, que vuestros lamentos son injustos. Lo que hay cierto en las Escrituras perteneciente á la primera venida del Señor, lejos de querer usurparlo para la segunda, lo he propuesto, lo he esplicado, lo he confesado y aclarado en varias partes de esta obra, conforme ha ocurrido y sido necesario; pues no creo menos, ni venero, ni amo menos esta primera venida, que la segunda que esperámos, siendo ambas venidas dos artículos esenciales y fundamentales del verdadero Cristianismo. Si despues de esto pretendeis todavia, que yo entienda ó acomode aunque sea violentísimamente á la primera venida del Señor y á la Iglesia presente, aun aquello mismo que veo y palpo, que habla de la segunda, en esto sí que no puedo ceder, sin hacer una gravísima injuria á la verdad conocida, y por consiguiente á la veracidad de Dios. Por tanto, me admiro con grande admiracion de ver los grandes é inútiles esfuerzos que procurais hacer, no digo para negar, sino para prescindir absolutamente de esta verdad de Dios, que ya conoceis, no

* Manus super os. — Vide Mich. vii, 16.
+ Admiratione magna.- Apoc. xvii, 6.

menos que yo: lo cual infiero evidentemente de vuestras pretensiones, y mucho mas de la ineficacia y aun frialdad estrema de vuestros argumentos. De manera, que sin alguna razon ni fundamento alguno, sino solamente porque así conviene à vuestro debilísimo sistema, quisierais que todos prescindiéramos del sentido literal, claro y palpable de innumerables escrituras: y que en lugar de este verdadero sentido, recibiésemos otro puramente acomodaticio, y nos contentásemos con él. Mas esto, ¿como se puede hacer? No repugna al sentido comun? ¿No lo prohiben todas las leyes naturales, divinas y humanas? No lo prohibe espresamente el Concilio Tridentino, Sesion cuarta?

CAPITULO XIV.

FIN DE LOS MIL AÑOS DE QUE HABLA S. JUAN: SOLTURA DEL DRAGON: CAUSAS DE ESTA SOLTURA Y SUS EFECTOS.

PARRAFO I.

346. HEMOS llegado finalmente á la última, ó diremos mejor á la penúltima época del globo que habitámos. Dije penúltima época, porque despues de esta que vamos á considerar aora, nos queda todavia otra realmente eterna, despues de la cual no hay otra. Hasta los confines de esta época, mas sin tocarla, nos han acompañado y ayudado infinito casi todos los antiguos Profetas. De aquí para adelante no tenemos ya que consultarlos, porque todos nos abandonan. Todos terminan sus profecias en el reino de Dios y del Mesías su Hijo, aquí en nuestra tierra, sobre los vivos y viadores. Todos paran aquí, y ninguno pasa adelante: como si este reino ó juicio de vivos ó viadores, hubiese de durar eternamente: como si jamas hubiese de haber en ese reino alguna novedad digna de consideracion, ó alguna mudanza sustancial. A lo menos es ciertísimo, que sobre este punto particular nada se esplican: ni nos dejan alguna idea precisa y clara sobre el fin último de todos los vivos y viadores, ó de toda generacion y corrupcion.

347. Solamente el último de los Profetas canónicos, que es el apostol S. Juan, aquel discípulo á quien amaba Jesus, sigue hasta su último fin este hilo, ó esta grandísima cadena del misterio de Dios con los hombres; la sigue, digo, hasta la consumacion entera y perfecta del

* Discipulus ille, quem diligebat Jesus. Joan. xxi, 7.

mismo misterio de Dios; ó lo que es lo mismo, hasta la resurreccion y juicio universal: Y cuando fueren acabados los mil años, será desatado Satanás, y saldrá de su carcel, &c.*

348. Ya he dicho en otras partes, y estoy plenamente persuadido de esta, que creo una verdad incontestable; que el libro divino y admirable del Apocalipsis es la llave verdadera y única de todos los Profetas. A todos los esplica, los aclara, los compéndia, los estiende, y llena frecuentísimamente no pocos vacíos que ellos dejaron. Esto último se ve y aun se toca con las manos en los cuatro últimos capítulos del Apocalipsis, los cuales podémos mirar con gran razon como un Paralipomenon, ó como un suplemento brevísimo de muchas cosas particulares y bien sustanciales que ellos omitiéron. Omitiéron digo, porque no se les dieron; y no se les dieron, porque todavia no era su tiempo. Si esta idea despues de bien examinada, se recibe y se mira, á lo menos como probable, todas las Escrituras antiguas se ven al instante llenas de luz. Si no se quiere examinar y por falta de este examen no se quiere admitir, me parece como una consecuencia necesaria, que quedémos perpetuamente sobre la inteligencia de las mas de las antiguas Escrituras, en la misma antigua oscuridad.

349. No obstante esta verdad general (por tal la tengo) me es preciso confesar, y lo confieso ingenuamente que llegando al ver. 7 del capítulo xx del Apocalipsis, se echa menos, falta, se desea en este Paralipomenon, ó en este suplemento de los Profetas, una cosa bien sustancial; cuya falta corta ó interrumpe evidentemente la gran cadena del misterio de Dios con los hombres. Esplícome. El amado discípulo habla solamente de lo que debe suceder en todo nuestro orbe despues de consumados sus mil años, ó lo que es evidentemente lo mismo, despues de consumado aquel dia ó tiempo felicísimo, de que tanto hablan los Pro* Et cum consummati fuerint mille anni, solvetur Satanas de carcere suo, et exibit, &c. Apoc. xx, 7.

fetas de Dios, con estas espresiones: en aquel dia... en aquellos dias... en los postreros dias... en el fin de los dias... en aquel tiempo, &c.; mas no nos dice ni una sola palabra sobre las causas, ni sobre el modo y circunstancias, con que se deberá acabar aquel mismo dia ó tiempo que él llama mil años. Solo nos dice brevísimamente, que pasado este tiempo, se soltará otra vez el dragon, que puesto en su antigua libertad, volverá á seducir de nuevo las gentes, &c.: Y cuando fueren acabados los mil años, será desatado Satanás, y saldrá de su cárcel, y engañará las gentes, que están en los cuatro ángulos de la tierra... Mas es creible ni posible, digo yo, que pueda suceder esta nueva soltura del dragon con todos los efectos terribles y admirables, espresos en el mismo testo de S. Juan, sin haber precedido en las mismas gentes algunas culpas generales y gravísimas, y por eso dignas de la justísima indignacion de Dios omnipotente? ¿Qué culpas podrán ser estas en aquellos tiempos, gravísimas y universales? Este es puntualmente el anillo ó eslabon de la gran cadena del misterio de Dios, que falta evidentemente en el testo del Apocalipsis.

350. Como este anillo me ha parecido siempre una piedra de suma importancia, lo he buscado con la mayor diligencia que me ha sido posible en los antiguos Profetas, y finalmente me parece haberlo hallado en el penúltimo de todos, que es Zacarías. Considérese atentamente el testo de este profeta con todo su contesto, y considérese con la misma atencion la inteligencia realmente fria y aun conocidamente falsa (por lo que tiene de historia antigua) que se le ha pretendido dar desde los principios del siglo quinto hasta el dia de hoy: todos los que quedaren de todas las gentes que vinieron contra Jerusalén (ténganse aquí presentes los Asírios, los Caldéos, los Persas, los Griegos, los Romanos, y últimamente la multitud de Gog, de Ezequiel, ó aquel gran rio que saldrá en los últimos tiempos de la boca del dragon, fenómeno viii), subirán de año en año á adorar al Rey, que es el Señor de los egér

TOMO III.

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